
Cuando era chico, partíamos a la iglesia con mis padres a la misa dominical, mi madre se preocupaba de instaurar un santo respeto por el templo, en la que no nos era permitido estar conversando entre nosotros y reprimir cualquier risotada ante algo gracioso que nos parecía.Era la casa de Dios y ante el se le debía respeto y adoración. Pero al llegar a mi adolescencia intuía, que Dios no era...