Una tarde que se mostraba fría en mi ventana, los copos de nieves pintaron de blanco los arboles y todo lo que se le antojaron. La calle recobraba su vida con niños que salían de su casas a jugar en la nieve,

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A la jornada siguiente, fue otra vez a la morada del león con más comida, espero a que apareciera y dejo el cuenco antes de irse. Cada día le dejaba más cerca la comida y esperaba un poco más antes de irse.
En una ocasión decidió esperar a que el león comiera la carne para mirarle desde la distancia. Otro día se puso lo bastante cerca como para poder oír su respiración y, al cabo de un tiempo, se acerco tanto que podía olerlo. Cada vez le decía palabras suaves. Después de mucho, mucho tiempo, ya podía quedarse cerca de el mientras comía.
Y llego el momento en que el león se mostraba tranquilo en su presencia, se estiraba y dejaba que le acariciase su pelaje, ronroneando feliz. La joven mujer decidida que entonces podía cumplir con su propósito. Mientras acariciaba la espalda y la cabeza de la bestia, hablándole suavemente, tomo tres pelos de su bigote sin que lo notara.
- Gracias, querido amigo – le dijo, y se fue derecha a la cabaña del hechicero, quien se mostró encantado de que le hubiera traído, al fin, los ingredientes mágicos.
El tan solo se quedaba quieto y sabia de antemano cuando yo lo iba a buscar, preparaba su lomo, daba vuelta su cabeza y me miraba cuando yo me acercaba, me apoyaba en él, él volvía dar la vuelta su cabeza y me miraba como sonriendo complaciente por mi acción.
Siempre estaba a mi lado, ya sea que estudiara o lo que hiciese, ahí estaba.
Un día salí a jugar y note su ausencia, fui a ver donde él dormía y yacía frío en su lecho, con los ojos fríos sin parpadear, así estuvo hasta el mediodía cuando mi padre regreso del trabajo.
Por las tardes, cabo una fosa, cerca del criadero de conejo, lo enterró ahí, lo despedí como se despide a un gran amigo, en esa edad, no sabia por que se murió, pero aprendí que las cosas no son para siempre, siempre en la vida algo muere, algo pasa, algo cambia, en mi corazón y en mi entorno.
Como mascota me quedaba una catita, que de ves en cuando se escapaba de la jaula y se subía en una morera inmensa.
Mi madre me hacia subir en ella, con un pedazo de pan mojado en leche y recubierto de azúcar, ella al ver este manjar, bajaba hasta mi mano y una ve saciada subía en mi dedo y la bajaba.
Mis primeros años de escuela, no sé por que me resulta tan borroso, no me gustaba salir de casa.
No me olvido que en un acto de izar la bandera, tenia necesidad de ir al baño y ante la negativa de la maestra de dejarme ir, al salir de la escuela, no pude aguantar y me ensucie en los pantalones.
Nunca sentí tanta vergüenza y el miedo de que la gente se fijase en lo ocurrido, caminaba despacito tolerando el mal humor de mi hermana que me apuraba a regañadientes.
La miraba como diciéndole “callate que se darán cuenta”, pero el ambiente de esta situación sé hacia sentir. Sabia que al llegar a mi casa, tenia que vérmelas con mi madre.
Después del reto y de la disciplina de rigor, mi cuerpo aprendió que siempre, con concentración y esfuerzo uno puede contener muchas cosas.
Corría a fines de 1982, la guerra por las Islas Malvinas había pasado, Argentina pasaba por una profunda recesión y culturalmente, afloraba a flor de piel, la necesidad de expresión, que se hacia sentir como vapor encerrado en una olla a presión.
Era necesario expresar tanta frustración, ante un gobierno de facto, que con el fracaso político y bélico, le resultaba imposible manejar la situación.
En la casa de mis padres no estaban bien las cosas. Había salido del Seminario Mayor San José de
Es increíble como se van cambiando los conceptos, aparecen unos nuevos y a los viejos es como si perdieran significado.
Volvía de las clases practicas de
Deseaba trabajar, ayudar en mi casa. Nunca había trabajado, por lo tanto no tomaba conciencia de la magnitud e importancia de lo que pedía.
Al regresar a la casa materna, recibo la información de que mi hermano mayor, Luis, había estado, trayéndome la noticia que al día siguiente, debía presentarme en el Honorable Tribunal de Cuentas de la provincia y que tenia que hablar con el Dr. Julio Emilio Cartier, y que el me iba a informar el resto.
Al otro día, con ansiedad y curiosidad, me presento ante El, que por segunda vez lo veía.
Mi hermano lo conocía mucho, era esposo de una gran dama de la sociedad Tucumana,
El Dr. Cartier, siendo Vocal del H. Tribunal de Cuentas, me llevo ante el actual Presidente Dr. Aldonate. Ya estaba con el Sr. Daniel Carabajal (ex combatiente de Malvinas), seguidamente a secas, nos pregunto sobre el desempeño que habíamos tenido en Malvinas, yo quedándome en til, con varios cric, cric, cric, en mi cabeza y rompiendo ese silencio que algunas veces suele ser embarazoso, Daniel contesto, explicando su experiencia en el portaaviones 25 de Mayo. Luego dirigiéndose a mi con la mirada, tan solo fui sincero, “estuve en el Seminario, estudiando para ser Sacerdote”.
Ante de terminar mi frase, el Dr. Cartier me dio por debajo una estocada con su codo y sonriendo el Dr. Aldonate por lo ocurrido, diplomáticamente disimuló la situación.
Ahí me cayó la gota al tanque, dándome cuenta de que estaba por ingresar al mundo del trabajo.
Como si fuera poco e ironía de la vida, como si Dios me diera respiro y me ambientara, estuve como se lo pedí, cuatros años en Asesoría Jurídica, en lo que los números eran tan solo los indicadores de Leyes, Decretos y Resoluciones.
Luego me trasfirieron al Departamento de Personal, donde tuve que aprender a liquidar el sueldo de mis compañeros de trabajo. Ahí lo humano y el mundo de los números convivían en armonía.
Ya a mis 49 años cumplidos, pienso uno y otra vez estos momentos tan mágicos. El día anterior estaba de rodilla ante el Ssmo. Sacramento y ante
Es tan cierto esta frase: “uno llega a valorar un bien, cuando ya no lo tiene”
A esta altura de mi vida, como me cuesta conseguir trabajo. Como si el Mundo laboral es privilegio de los jóvenes y con gracias hasta los 35 años, en algunos casos hasta los 40 años.
De la magia de la oración, pase al suspenso de las entrevistas, que por más que uno ofrezca trabajar más de la jornada legal, todo queda en la incompatibilidad con la edad.
Algunas veces se entrecruzan pensamientos “será que no estoy pidiendo con fe” “quizás Dios, para estos pedido relacionado al el mundo laboral, también tiene limites de edad”
Pero sigo repartiendo curriculum vitae como quien reparte la posibilidad, para que una persona de bien, hiciese una obra de caridad, que el mismísimo cielo lo tendría en cuenta. Pero espero esa actividad tan fundamental que dignifica al hombre y cubre su desprotección y desnudes ante la sociedad.
Por las noches elegía las mejores semillas de cada una de las especies mencionada y al día siguiente caminaba al lugar al que el soñaba con transformar y empezó a sembrar una por una todos los días, horadado el duro terreno.
En 1910 ya había sembrado 90.000 semillas perfectamente ordenadas. Tenia la esperanza que por los menos 15.000 irían a brotar, a pesar de la escasa humedad del lugar.
Pasaron los años e iban saliendo los brotes de las semillas sembradas y aquellos que no prosperaban o no brotaba con mucha paciencia volvía a sembrar.
Pasaron los 15 años y los arbustos ya tenían su misma estatura, el terreno había cambiado por completo.
En 1933, muchos árboles median ocho metros y tras la segunda guerra mundial, ya que esta no afecto a la zona, muchísimo soldados fueron a buscar la paz del lugar, como así los jóvenes y aventureros.
Se realizaron nuevas construcciones, se plantaron huertos y jardines. Una pequeña ciudad nació cobijada por este hermoso bosque. El tórrido viento que le caracterizo al lugar antes de que el Sr. Elaeard Bouffier llegara, había cambiado totalmente. A lo largo de la pradera se sentía una hermosa y fresca brisa.
Todo estos fue posible gracias a la fuerza de voluntad puesto por un hombre visionario, que tenia la seguridad de que, con su fuerza interior podía cambiarlo todo.
Ese reservorio de procesos mecánicos.
Si, antes me tenias despierto, no se en que momentos te perdi, no se el tiempo, ni la situación, ni el lugar donde mi ser apago tu imagen.
Te miro, pero no te miro, hay saludos, silencio, preguntas, respuestas que salen sin saber por que, pero salen. Como un programa, que para tales condiciones, se debe hacer esto o aquello.
Me acuesto lentamente, con mis articulaciones ya oxidadas, con sus sonidos característicos de una puerta que suena como quejándose de lo que no desea hacer, tan solo desea estar.
Mi cuerpo se desploma en su aposento, mi osamenta, sin miramientos, se desploma, lento, lento.
En el misterio de la eternidad, en ese infinito, en ese desconocido al que se nos velo toda conciencia y conocimiento, muero en la presencia y esa ausencia que nace y llamamos sueño, es el misterio donde la vida esta ausente, no se a donde viajamos.
Algunas veces, en verano cuando llovía mucho, el agua levantaba una loza lateral del canal, horadando la tierra, formando cuevas, en la que nos reuníamos para cocinar y comer algo. Cada uno traía de la casa un elemento de cocina, otros traía las verduras otro el fideo y el que no podía, tenia la obligación de juntar leña y hacer el fuego. Todo era una aventura sin tener en cuenta el grado de contaminación del agua que traía el canal. La asepsia a la hora de comer en esa edad no la teníamos presente, no conocíamos que era contraer una enfermedad.
Pitucho tenía una pierna derecha encogida e igual su mano derecha, no tan solo tenia que lidiar con su cuerpo minusválido sino que era el tema de las irónicas cargadas de los chicos del barrio.
Algunas veces, mi madre me mandaba para que llevase una caja de leche en polvo, al entrar a su casa, encontraba a su madre Doña Clara, pálida como un vaso de leche, al que le resaltaba el color renegrido y espeso de su cabellera, adornado naturalmente con algunos mechones canoso. A la par de su silla estaba El, con un cepillo, cepillando esa larga cabellera. Ella agradecía el gesto, y le decía a Pitucho “chango da la gracias”.
Ya tenia mis dieciséis años, era pleno gobierno militar, donde la pobreza, la guerra contra la subversión, la desaparición de estudiantes y personas hacia que la vida tenga sus momentos virulentos y difíciles. La pobreza hacia crecer al vecindario en la orilla del canal. Todo se renovaba, las casas vacías que quedaban después del control militar, eran ocupados con gran rapidez.
Uno queda con la mente que parece que es una equivocación, por qué a mi, por que no corrieron a Eleodora, que se la pasa con el chat y Eudiviges que se prende al teléfono casi la mitad de la mañana y dice a la madre o la empleada que cocinar?.
Y la pompa de los que debían haber corrido en lugar Mio se hace interminable.
Como quien retira en cajas, las pertenencias del difunto, había que retirar las pertenencias, mis pertenencias, ese valor agregado que le fui dando a la oficina para no estar pidiendo a las autoridades y como no fue de gran monta, pero en la cantidad de cosas uno queda asombrado.
Si el dolor adicional de retirar mis pertenencias de la oficina, el despedirme de mis compañeros de trabajo, se que me dieron mil y un consejo, en su remitente habías promesas y mas promesas. Como quien se va de viaje, dejando de participar de los ideales, de aquellos ideales de crecimiento, deja los esfuerzos para que todo sea en orden, sin tantas cosas más.
Salí a la calle, me puse a caminar lentamente como si el tiempo no existiera, tan solo quería dejarme estar, tan solo caminar y caminar.
Pase toda una noche pensando que hacer, hasta que el cansancio me dejo en off.
Desde el fondo de la tierra, sentía el trinar de los pájaros, se hicieron cada vez más fuertes y persistentes. Era señal que me despertara, abrí los ojos y el techo de la habitación estaba arriba Mio, nunca preste atención a ese detalle.
Mientras uno esta en el cotidiano ajetreo, del tiempo y la ceguera es dueña de lo urgente, fagocitando lo importante para la vida.
Cuán cierto es esto, cuando uno esta a mil por hora, hay tantas cosa que pasamos por alto, algunos hasta la sonrisa de tus hijos.
Me levante rápido y con una fuerte ducha de optimismo tome el diario del día domingo y mientras tomaba mate, buscaba en avisos clasificados algún trabajo que me venga a bien, si tenía la ilusión de que rápidamente iba a conseguir trabajo, además era un tipo re conocido en el ambiente, así que algunos de mis amigos me ayudaría. La tenía tan clara. Algunos me dijeron, porque no te tomas unas vacaciones o unos meses sabáticos y luego empezar la búsqueda. En realidad, la necesidad quebraba el espíritu turista y todo deseo de descanso. Si Dios descanso, bueno, es Dios y yo una criatura a la que no doblegaría la desocupación.
Empecé la peregrinación por mis “amigos y conocidos”, repartí 30 Curriculum Vitae, palabra y promesa mas o menos ahora me di cuenta que en mi vitae me fue para el culum de mi curri.
Me desplome, por primera vez desde mi niñez me sentí tan desprotegido, sin ningún valor, además a mis 48 años que haré.
La diferencia sé hacia sentir hasta en el olor y el color de la piel. No de los que son blancos o negros, sino que la piel con escamaciones por falta de una buena alimentación, reseca sin brillo y olorosa.
En muchos casos, con la finalidad de que los niños tuvieran algo que comer, le inscribían en la escuela con la esperanza de que recibieran, la copa de leche.
Cuando Lucia se presenta ante la dirección de la escuela, la Directora le dio un panorama sombrío del grado y aconsejándole que use una disciplina estricta, ya que los niños a muy pequeña edad o ya de nacimiento, eran delincuentes y potenciales asesinos, pervertidos, violadores etc. Y para el colmo con reseña de cada uno de los familiares.
Ángeles irritados por el cansancio, la violencia familiar, la mala alimentación y por el trabajo forzado a los que se veían para traer unos centavos a casa y sin saber, por el temor a la reprimenda, si darle a la madre o al padre, ya que uno de los dos o en el peor de los casos, los dos se dedican a la bebida alcohólica. Ese dinero seguro que no seria para calmar el hambre.
Ángeles irritados, por que todas las tardes, eran reclutados en distintos grupos y llevado a la ciudad, para la mendicidad o la separación y recolección de basuras, que vendiéndola se ganaban unos escasos centavos y el resto lo grueso de la venta para el reclutador, para el señor de la camioneta.
Ángeles irritado, por la explotación y el trabajo de lunes a sábados hasta alta horas de la noche, recolectando papel, vidrio, metales, botellas de plásticos y plásticos de todo genero. Otros en los tachos de basuras de los bares, parrilladas y restaurantes. Pequeños duendes buscando la forma de subsistir.
Lucia tenia todo un royo en la cabeza, iban y venían ideas “tan solo seis meses” “son niños” “son unos Ángeles enojados por los sufrimientos” “son Ángeles cocinados por el mal trato”.
Llego al aula, escoltada por la subalterna de la Directora, con un largo puntero de madera color roble. La Secretaria de la escuela, pura y radiante con su delantal blanco, ni que fuese a un casting de algún jabón en polvo, que se ve en los medio de comunicaciones. Procedió a saludar a los niños y estos como si fuese una provocación y desacato a la autoridad siguieron jugando.
Ella mira, a los alborotados, pilluelos, pequeños ruines, mal vividores, siguiéndolos con su mirada sin dejar nada pendiente de observar. Como domando a una fiera iracunda de la colina de tasmania, la señorita Secretaria, gruño digamos mejor RUUGIOOOO, de tal forma que los pocos vidrios sueltos de las ventanas vibraban.
Abrió tanto la boca que parecía un hipopótamo locamente enojado, como mostrando una vista panorámica del viejo cinemascope, todo sus molares, se pudo contar 4 muelas con sarro y emplomadas, un implante de acrílico viejo, tres diente con sarro y dos careados.
Y asestando un fuerte golpe en un pupitre de la primera fila. Ante este derroche de energía y puro ruido, los rufianes callaron. Su mirada fija, monitoreaba todo el curso, como los ojos fríos de un tiburón. A los niños se les subieron una sensación gélida por toda la espalda y Lucia saco su primer aprendizaje.
Para domar salvajes, pilluelos, hay que ser una fiera iracunda, con una mirada asesina y dar golpes certeros. El miedo, Siiii el miedo es educativo. ¿Pero será realmente así?
Con una escueta sonrisa, después de dos horas de masaje en la cara para poder estirar los labios, la señorita Secretaria presenta a Lucia y haciendo entrega del bastón de mando, le puso en mano derecha como extensión de su autoridad, el temible puntero.
Los niños se sentaron y tomando asistencia empezó a caminar entre las filas, mientras leía fue necesario dar la vuelta la hoja y levantando la mano derecha donde tenia el puntero, tomo desprevenido al niño del asiento delante de ella, y este se acurruco como quien se defiende de un golpe. Ella se quedo tiesa, sin dar explicaciones mirando fijo al puntero, sintiendo el poder que tenia sobre la vida humana. Esta mágico y tenebroso poder del puntero la acompaño durante todo el día.
Al otro día, se presente al aula saludo a los niños, los niños al principio vieron que a la Seño le faltaba algo, pero en la medida que el tiempo pasaba y no sentir el peculiar y familiar rugidos en el aire de esta espesa selva, los niños empezaron poco a poco levantar la vos, como para ganar terreno, ella en cambio con una sonrisa serena los miro y despacio como si fuera un susurro, dijo: Buenos días niños.
Los villanos se miraron unos a otros y mirándola atónito por que esta fiera no gruñía, siguieron hablando.
Dijo nuevamente, pero ahora con vos amable pero poniéndole una pizca de dulzura; “me escuchan chicos, buenos días”, los chicos abrían los ojos como huevos fritos, el desconcierto corrió por el ánimos de estos Ángeles mas rápido que un instante, y el silencio cundió el aula.
Lucia por dentro “OH my god, OH my god, Jesús Christi, aleluya, glorie glorie aleluya”, de atea por arte de magia estos Ángeles la convirtieron en Cristiana.
Para no perder la esperanza, los niños esperaban por sorpresa, como ataque relámpago, el golpe mortal y diabólico. Pero no pasaba lo que tanto sospechaban, en su estupefacción, pensaban “a esta ameba ¿De que charco la sacaron?
Ella acercándose a cada uno de ellos abriendo su cuaderno y dándole consignas. En el lapso de 15 minutos toda el aula quedo atrapada en un profundo silencio, se podía escuchar la brisa que corría haciendo contornear la vieja cortina de la ventana. Así pasó un día más.
Al otro día Lucia se presento en el grado, saludo con una mirada tierna y una vos dulce a los angelitos irritados y haciendo un profundo silencio. Los niños no sabia que cosas nuevas iban a vivir bajo el sol de este bendito día, el deseo de escuchar el rugido feroz y cotidiano había menguando, pero observaban los movimientos de la seño como si fuera un partida de ajedrez. La seño como haciendo jaque, pregunto chicos, ¿Para que vienen a la escuela? Yo los veo con tantas ganas de jugar, me gustaría verlos felices afuera, parece que están encerrados, no es mi intención tenerlos conmigo y no están disfrutando la clase. José uno de los niños de más edad dentro del aula, respondió: Señorita no podemos.
¿Porque no? Dijo la señorita.
Veamos, aquel que no quiera estar acá conmigo, puede salir a jugar o irse a su casa.
José volvió arremeter, no seño, no, usted no entiende.
Si nos vamos, quien nos va a dar el chocolate con el sanguche de mortadela, por eso nos quedamos. Además si no comemos acá, quizás en la casa no vamos a poder comer, por que muchas veces no hay.
Aguantamos por más que la señorita Directora nos dice que no aprendemos, por que de nacimiento somos brutos, delincuentes y no servimos.
Lucia no pudo mas, se sintió un Glup, de un trago de una garganta que se le había serrado, con dos diamantes que empezaban a correr por su rostro, para no mostrarse vulnerada por la realidad se deshizo de ellos con mucha diplomacia.
Muy bien José, que opina tú respecto a lo que dice la señorita directora, que piensas ¿tiene razón ella?
José callo por temor. Bueno seño, dijo Pelusa, yo creo que ella tiene razón, yo intento estudiar pero me duermo y cuando me despierto, tengo que salir con los chicos, por que esta el señor de la camioneta.
Bueno dijo Lucia, les voy a contar un cuento para que ustedes lo charlen con su compañero de la par.
“Había un hombre que sentado en el asiento de una plaza lloraba desconsolado, soy pobre, no tengo nada para comer, estoy acabado. Así uno y otra ve.
Un día se le acerco un señor, un poco compadecido por la forma en que sollozaba y le dijo: oye te doy un poco de dinero.
Pero que poco tacto tienes, tu que crees, que a pesar de mi pobreza voy a permitir que gratuitamente me insultes con tu dadivas.
No quiero tus limosnas le contesto.
Pero el hombre con una sonrisa le dijo: Oye no me malinterpretes, no te lo regalare a mi me costo, tan solo me gustaría que me vendiera tus ojos, mira tengo cataratas y me estoy quedando ciego, necesito el cristalino de tu pupilas para poder ver.
Te compro tus ojos a $ 250.000. El hombrecito creyendo que era una burla, siguió con las exclamaciones, “estoy en la ruina quien me puede ayudar”, como diríamos, estaba como una gata flora.
Pero cristiano escúchame, no te estoy engañando, ni mofándome de ti, tan solo te pide, por favor, que me vendas tus ojos, te pago 1.000.000 de pesos.
Este seguía en la misma tesitura. El hombre ya un poco enfadado acerco y le dijo con vos impaciente. “deja de llorar como una magdalena” no te das cuenta que no necesitas dinero, por que te mofas de la gente”, este se callo y lo miro, ¿Qué sabes tu de mi vida?
Se mas que tu, le contesto. De hace rato te ofrecí hasta 1.000.000 por tus ojos y no me lo quieres vender. ¿No te das cuenta que eres rico?
Te estoy ofreciendo comprar algo valioso que tienes y no te das cuenta.
Chicos, pasamos la vida llorando por lo que nos dicen, llorando por lo que no vemos y creemos que no tenemos.
NOS TENEMOS A NOSOTROS MISMOS, AHORA FALTA QUE DESCUBRAMOS CUAN IMPORTANTE Y VALIOSO SOY”.
Como dice un sabio oriental: “TODO EL REINO ES PARA TI Y SOLO TIENES QUE RECLAMARLO. PERO NO PUEDES NI SIQUIERA SOÑAR CON RECLAMARLO, SI EN TU OSCURIDAD CREES QUE NADA VALES, QUE ERES UN MENDIGO. EL TESORO ESTA AHÍ, SEGUIRA EN LO OSCURO MIENTRAS NO CONFIES EN TI” OSHO
Se los sacaban dos veces al día, previamente se les impedían ver, no vaya a ser que se escapen, previas rigurosas anteojeras o capucha con soga atada a los pies se los hacía caminar, trotar, correr, trote con dificultad. Con una vara de junco y con golpe sostenido se le golpeaba su lado izquierdo o derecho, según sea para donde uno quería que doblase. Una vez al día tenían que pelear con los ojos vendados, como para ejercitarlos en momentos extremos, ya sea que estuviesen en plena oscuridad o en lo peor de la batalla llegaran a quedar ciegos, tenían que prevenir e intuir por donde viene el golpe del enemigo y así aprender a sobrevivir y seguir peleando de esta manera.
Se los incentivaba, se les enseñaban a desarrollar los instintos y el principal el de supervivencia, tan solo dos veces a la semana eran peleas normales. Con tanta exigencia física, se los refrescaba esparciéndole agua, su trabajo era agotador e inhumano, pero era necesario que descargaran todas sus energías, eran perfectos asesinos y detrás de los barrotes tenían que estar sedados, tranquilos pero sin usar psicofármacos, tan solo debían ejercitar y descargar sus violencias.
Pero eran los que mejor comían y todo regulado a horario. Llevaban un régimen de actividades duramente estructurada como para reeducar a psicópatas, ni en las mejores cárceles o los más rigurosos adiestramiento de elites, tenían los gallos de riñas de mi abuelo.
Eran animales hermosos, de plumas azules y doradas que brillaban aun en los días nublados. Sus muslos desarrollados y prominentes, salían de sus jaulas los días Domingo cuando mi abuelo debía competir en las famosas riñas de gallos, del Timbo Nuevo. Ensillaba su caballo moro, hermoso, esbelto, era dócil a más no poder, como decían las parroquianas “ay, si es un pan de Dios”.
El estaba orgulloso de sus gallos, algunas veces delegaba a Toro algunas actividades de adiestramiento y esta vez le dijo que lo encapuchara y lo hiciera trotar suavemente por todo el cerco. Con toro, ya al caer la tarde, el sol se hacia sentir, pero ya no hería con sus rayos la piel, era soportable su presencia.
El gallito trotaba desde el cerco hasta el bajo, pero de tanto jugar ya no contamos las idas y vueltas, creo que estaba un poquito extenuado. Como tenía capucha no el sabía si iba sacando la lengua o no, buen en fin, así es la vida del gallo de riña, durísima.
A mitad del cerco, el bípedo plumífero salvaje, se paró instintivamente como quien se detiene ante el peligro y efectivamente, a poco metros estaba el gallo tuerto de los guanqueros, bueno para los que no leyeron los otros cuentos, los guanqueros son los primos hermanos de mi abuelo, lindaba con las tierras de el.
Era un gallo mañero, siempre se cruzaba para pisar a las gallinas de mi abuela Dorotea, en cambio mi abuelo quería que sus gallos pisaran, pero estos eran chicos rudos cuando pisaban, con el pico se hacía de las crestas de las gallinas, lastimándolas y como tenían unas filosas uñas o garras, las dejaban chasca y descangayadas. Ve, no eran sonsas las gallinas al momento de amar, siempre elegían a este gallo tuerto, ya que era suave y placentero, ¡que asombrosa es la naturaleza!
Como el gallo de mi abuelo era tremendamente territorealista, donde estaba él, no pisaba ningún otro gallo, y así con las patas atadas y encapuchado, no media riesgos, era aguerridamente imprudente. Se le fue como a picotearlo y con las plumas paradas, un perfecto guerrero. El tuerto se puso firme, sin conocimiento de contienda sino aquellas que le daba placer, se puso un poco de costado, no parecía tan gallito, pero nos dimos cuenta que la posición ayudaba a la visión. Con Toro nos miramos, se nos cruzo la tentación de soltar la correa, “y que hacemos”, como a nosotros niños, no nos permitía ir a las riñas de gallos, nunca lo habíamos visto pelear, bueno la curiosidad fue placenteramente grande, revivir “in situ” lo que nos prohibían, fue la mejor decisión.
Soltamos la soga, era la pelea de dos gallos, en una esquina estaba el gallo tuerto y la otra el gallo ciego, dije que estaba encapuchado, ya que no hubo tiempo de sacarle la capucha y como estaba entrenado para estas situaciones, bueno a pelear se a dicho.
La contienda empezó, el gallo de mi abuelo como estaba con capucha sus picotadas golpeaba con fuerza pero no herían, había una pérdida de efectividad del 30%, los espuelones eran armas mortales que cortaba la piel pasando previamente por las plumas. El tuerto parecía muy refinado, pero pasaba por sus cabezas el harem de gallinas pisadas y lucho por ellas. Su lucha tenia sentido, peleaba por el amor pepermetuo. Sacó fuerza y doblegó al gallo de mi abuelo, aun peleando de costado, Ahora me doy cuenta que cuando la vida tiene sentido, o la causa tiene una razón de ser para la existencia y la felicidad, no importa el peligro, uno saca fuerzas de donde no tiene para conseguir o defender lo que anhelamos o valoramos.
Así es, el guerrero fue vencido por el amor, el tuertito con su posición dudosa, le hizo retroceder y huir. Como las cosas ya estaban dirimidas, nos miramos con asombro, no sabíamos si decir “guauuuu que pelea” o tan solo “araca el gallo de riñas”.
Lo atrapamos, le pusimos la correa de nuevo en un parsimonioso silencio y con el respeto que se merece, lo hicimos caminar de vuelta a la jaula, los dos callados pensando que todo ser tiene un molde que lo sujete.
Bueno, Juan José, para las chicas Juanjo y para los de otro lugar JHON JHOSEP. Este caballero, era un obrero golondrina que viajaba por todo el norte y cuyo del país, en las distintas época de cosechas. Ya sea en Tucumán, la caña de azúcar y el citrus, en Mendoza la vendimia, en chaco el algodón etc. Para la cosechas era polifacético el tipo. Pero con el tiempo fue echando raíces en Tucumán.
Este era un poco joven que Tufì y ya entrando en confianza el patrón tenia el genio popular de poner apodo, le decía a Juan “catre viejo”, por que al más pequeño movimiento se quejaba.
Este le había tomado aprecio por que a pesar de sus rabietas era un hombre honesto y sincero.
Un día mientras se hacia un pequeño alto en el trabajo, Tufì sintiendo pena por su empleado le pregunto ¿Porqué reniegas tanto al hacer las cosas?.
Es que siempre tengo que hacer lo mismo: bajar la mercadería del camión, ordenar la mercadería, separar y enviar los pedidos y luego limpiar antes de irme.
¿Eso te pone mal, el hecho de que todos los días tienes que hacer lo mismo? Pregunto Tufi
Si es hartante, me angustia, pienso que podría estar haciendo otra cosa, pero todavía no se que es. Dijo Juan
Tufì, dejando pasar al silencio que es sabio y consejero, le encesto una mirada tierna y con una dulce sonrisa de padre le dijo; Mira Juan cuando vas al río y te refresca, lo haces siempre con la misma agua. Este extrañado lo mira, como diciendo “Ey la vejes viruela te esta haciendo temblar las neuronas”, y contestando le dice NO, POR QUE EL AGUA ESTA CORRIENDO CONTINUAMENTE.
Ah que interesante, no. Juan cuando comes siempre comes la misma carne, NO contesto, por que es de distintos animales.
Entonce Juan si te detienes observar más tu vida, veras que no todas las cosas que haces son iguales y un día no es igual al otro.
Lo que pasa es que te has propuesto el firmemente, en la valoración que realiza y los sentimientos que sale de tu corazón, de sentirte mal todo los días en las cosas que haces. Pero aun Juan, si observas ese pesimismo que te angustia, veras que lo que siente nunca es igual un día respecto del otro. Hasta el hastío para vivir es distinto.
Mmm..., si, creo que tiene razón, no todos los días son iguales como también creo que uno pone condimento a la vida o le damos valoraciones distintas y el corazón es el que siente.
Tufì, observándolo mientras este ordenaba los pedidos le dijo; mira Juan tu podrías hacer algo simple, te digo esto por que no se, siempre las cosas simple parece que cuesta mas
Si diga Ud. Contesto.
Cada ves que te enojes por algo, o algo te molesta o estas molesto, respira profundamente y descubre en tu interior que es lo que causa este malestar. Tomate algo de tiempo para ti y observa.
Juan mirándolo con los ojos asombrado frente a un psicólogo que necesita una flor de terapia, encogió los hombre como para no enfrentar las cosa y le dijo un Si lacónico, pero en fin, le quedo picando la propuesta, pero lo que mas le llamo la atención, eso de que lo simple cuesta.
Paso los días y el silencio se adueñaba del deposito hasta se podía sentir las carreras de cucarachas. Lo extraño como si pasara algo raro Juan empezó a dibujar en su rostro una sutil sonrisa en ves de renegar. Tufì asombrado pensó para adentro, está enamorado, debe ser que esta amando el chango.
Chango. ja ja si este ya no se ablanda ni en una hoya de acero en tres días de hervor, con carbón de piedra. Chango jajajaj.
Para salir del asombro ya que las dudas que carcomía por dentro, como el deseo retorcido de enterarse de todo, debilidad de viejas chismosas, Tufì pregunto ¿Che Juan, te acordas de aquella charla que tuvimos?
Juan receloso de mostrar partida y como quien esconde sus prendas intimas, como queriendo ocultar hasta la ganas de respirar y haciéndose el distraído, le contesto AH SI.
Pero como el turquito había tomado Chismedecina 500 gr., era insistente y pesado que elefante en turucuto, Juan tomo conciencia que al fin y al cabo era su patrón, no le quedo cosa que mermar un poco la marcha para dar lugar al dialogo, ya que su vida se estaba por exponer y no hay mejor manera que hacerlo con un buen marketing.
Y dijo: en realidad don Tufì, me quejaba mucho, me sentía angustiado, deseaba vivir de otra forma, pero no sabia como, deseaba tener un mejor rancho, un trabajo mas tranquilo, tener una compañera, a mi edad ya soy grande y no es bueno que el hombre este solo, pero a decir verdad, para que tener un mejor trabajo si voy a estar renegando, para que tener un mejor rancho si yo internamente no me voy a sentirme bien, para que voy a tener una compañera si yo soy agrio, idiota, a pocas hora ya no me aguatara y se ira.
Así que, empecé a observarme a mi mismo cada vez que renegaba, respirando profundamente, cerraba los ojos hasta que se me iba.
Después me daba cuenta que la causa de mis idioteces eran tonta, sin fundamento, después como ya no renegaba, me acostumbre a respirar pausado y profundo, me di cuenta que esto me producía una sensación de paz.
Pensé en mi vida pero la solución no era cambiar de lugar, cambiar de cosas o adquirir cosas, sino que tenia que cambiar mi interior. Si ante todo era negativo, a cualquier jarro de leche le encontraba un pelo. Empecé a pensar lo positivo que es hacer trabajar mi cuerpo, mientra respiraba y levantaba las bolsas de harina o azúcar pensé que este era el mejor ejercicio para el, logre sentir cada uno de mis musculoso como se tensaban y como adquiría volumen a mi edad. Me sentí cada vez más fuerte. Me siento estupendo, me siento como que me saque 10 años de encima.
Asombrado dijo Tufì, bueno cálmate, macho, ma chongo, machocante imposible, je 10 años menos.
Usted pregunto ¿no?, bueno ahora puedo proseguir, esta bien termina de desensillar al saino, dijo escueta mente el turco.
También don Tufì pensaba que este trabajo era para burros de carga, y pensaba que me merecía algo mejor, pero como iba a tener algo mejor si no valoraba lo que tenía.
El problema no era el tener, sino la valoración que yo daba a las cosas, y comos este trabajo que es muy simple me costaba aceptarlo, trate de ver este trabajo de otra manera, empecé a observar lo que hacia, bueno, había comestibles en bolsa grades , había en botellas y en paquete de todo tamaño, si bien el galpón es inmenso, empecé a acopiar las bolsa grandes por un lado, las botellas por otro, separe los aceite de oliva, los de girasol, los de maíz y las mezclas, también separe los distintas clases de vinagres, los comestible que son frágiles de los que son resistentes a los golpes. Los golpes que puede recibir un tarro de grasa en pella no es lo mismo que un golpe a las hueveras.
Y por otro lado separe los artículos de limpieza, los personales respecto a los de la casa. Mire, entre don Tufì, dijo Juan todo emocionado como que no se podía retenerse dentro suyo.
El viejo mirando en silencio y asombrado por el orden, buscaba alguna excusa para bajarlo de un hondazo a este que quería volar tan alto, creyó ver algún desorden por que habría dos filas de harina, dos de azúcar y así con varios comestibles. Pero Juan mira esto, estas ocupando espacio por que haces dos filas para cada alimento si lo puedes poner en una sola fila.
Con un poco de sorna, Juan responde, Mire don Tufì, he descubierto que en un costado todos los alimentos tiene una fecha de vencimiento, esto quiere decir que no se puede consumir después que paso esta fecha y por consiguiente tampoco podemos venderlos, así que la fila de la derecha son alimentos que hay que sacar cuanto antes, por que son los mas próximos a vencer y queda feo o es cansador don Tufì que nos reten los clientes por vender mercadería en mal estado.
Como quien contiene un volcán y dando lugar al reconocimiento y la admiración dio gracias a Juan todo lo que había hecho. Indudablemente ya no era el peón rustico que hacia un trabajo de burro. Este burro aprendió de su experiencia propia, hizo de su trabajo un saber refinado.
Indudablemente Juan había encontrado el sentido de su vida. Su trabajo era otro y empezó a soñar positivamente las cosas, se inscribió en un instituto término el secundario e hizo un terciario en una escuela técnica, aprendiendo sobre motores eléctricos.
Con el tiempo Tufì fluyo hacia otro estado, Juan se fue a vivir a la ciudad donde había puesto un taller de motores eléctricos, ya tenía una compañera y desde aquel día que Tufì le dio ese consejo no dejo de buscar el lado positivo a las cosas.
Cuan importante es encontrar el sentido de la vida.
Saber mirar las cosas con el corazón, tener respuesta al instante como estas ¿para que vivo? ¿Por que vivo? ¿Cómo quiero que sea mi vida? Etc.
Todos estamos llamados a una vida feliz, pero necesitamos primeros encontrarnos a nosotros mismos y encontrar sentido a nuestro vivir. Cada uno tenemos una melodía interior que tenemos que saber escuchar. Una vez que la encontramos toda nuestra existencia adquiere sentido.-
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