¡Por favor!, prepárame una poción de amor para que mi hijastro me quiera-le suplico la mujer desesperada.
- Puedo preparártela – le contesto el hechicero, pero los ingredientes son muy difíciles de obtener. Debes traerme tres pelos del bigote de un león vivo.
La mujer imploro diciendo que era imposible, que seria devorada, pero el hechicero insistió en que era la única forma.
A la jornada siguiente, fue otra vez a la morada del león con más comida, espero a que apareciera y dejo el cuenco antes de irse. Cada día le dejaba más cerca la comida y esperaba un poco más antes de irse.
En una ocasión decidió esperar a que el león comiera la carne para mirarle desde la distancia. Otro día se puso lo bastante cerca como para poder oír su respiración y, al cabo de un tiempo, se acerco tanto que podía olerlo. Cada vez le decía palabras suaves. Después de mucho, mucho tiempo, ya podía quedarse cerca de el mientras comía.
Y llego el momento en que el león se mostraba tranquilo en su presencia, se estiraba y dejaba que le acariciase su pelaje, ronroneando feliz. La joven mujer decidida que entonces podía cumplir con su propósito. Mientras acariciaba la espalda y la cabeza de la bestia, hablándole suavemente, tomo tres pelos de su bigote sin que lo notara.
- Gracias, querido amigo – le dijo, y se fue derecha a la cabaña del hechicero, quien se mostró encantado de que le hubiera traído, al fin, los ingredientes mágicos.
- ¿Pero que has hecho? – le grito ella -. Eran para la poción de amor que quería que hicieras. ¿Puedes imaginarte que difícil ha sido para mí obtenerlos? Me ha llevado meses ganarme la confianza del fiero león.
- ¿De verdad crees que el amor y la confianza de un niño pueden ser mas difíciles de obtener que los pelos de una bestia salvaje?
- le pregunto a la mujer – Vete a casa y piensa en lo que has logrado.
La joven mujer comprendió. Reconoció su hazaña, su espera paciento a lo largo de los meses y sus intentos graduales de acercarse al león.
Ella misma había cambiado durante el intento.
Ahora la aproximación a su hijastro seria diferente. Espero, segura y confiada, se acerco a El, poco a poco, respetando su ritmo y su territorio, sin invadirle, y sin, por eso, dejarlo por imposible. Tras un tiempo, el niño la acepto como su madre y la dejo entrar en su corazón. (Cuento tradicional de Etiopia) contado por Piero Ferrucci y Vivien Reid
Publicar un comentario