29 de diciembre de 2008

LA CRITICA

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Muchas veces vemos personas que continuamente se la pasan criticando a los demás, como si nada le conformaran. Algunas criticas son tan despiadadas que el problema no pasa por el sujeto, que padece la critica de alguien, sino por la persona que la emite.




Tenemos el defecto de transferir continuamente nuestras insatisfacciones y problema no resuelto en otra persona. Antes de caer en estas situaciones desagradable es necesario:

1) Despersonalizar los hechos, verlos objetivamente.
2) Centrarnos en el comportamiento que nos molesta de esa persona.
3) Ver en que situación concreta suceden los hechos sin descalificar a nadie.
4) Ver o indagar en lo personal por que me molesta.

…A Celeste, le molestaba mucho, que las personas al comer hicieran ruido con la boca, por ejemplo, al tomar la sopa, el sonido que algunas personas emiten al tomarla.

Al analizar este hecho, sacaba la siguiente conclusión: cuando era chica su padre invitaba a sus amigos a comer, ella y sus hermanas comían cuando estos habían quedado satisfechos y lo que quedaba de comida.

En el almuerzo, su padre como algunos de los comensales, hacían chasquidos con la boca para sacarse el resto de comida que quedaba entre los dientes y el sonido que realizaba al tomar la sopa, aspirando la misma de la cuchara.

Esta situación traumática, la lleva a no tolerar si una persona tiene el mismo comportamiento.

Si analizamos, el problema, no es el de la persona que realiza el comportamiento, sino el de la persona que observa tal comportamiento y no lo acepta. Una solución al problema, es analizar lo que me produce y aceptarlo.

Muchas de estas dificultades, se también resuelven con el diálogo. En el mismo se debe incluir el impacto emocional, es decir la molestia que provoca, si no existiera este impacto, no existiría la crítica, no existiría problema alguno. Criticamos y no aceptamos por que algo nos moleta.


Con el diálogo, podemos hacer ver a la otra persona, que es lo que nos molesta.
Lo que nos molesta, es nuestra percepción de la conducta del otro.

Se puede lograr que la otra persona modifique su conducta, sin que se ponga a la defensiva, o no se sienta ofendido.
Tenemos que hacer ver que es uno, el que percibe conducta realizada, como algo molesto que le resulta dificil tolerar o aceptar y hasta tanto no se supera el hecho en cuestión, se lo podría evitar.
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20 de diciembre de 2008

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

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Viajaba un día en colectivo sentado al lado de la ventanilla, viendo como la gente pasaba al volante de su auto, cada uno encerrado en sus propios pensamientos, viviendo sus propias historias.

Así es la mente, nos hace ver y vivir cada vivencia. Me sobresalta el rugido de motor, era un automóvil, ansioso y a toda prisa (por no hablar del conductor) quería abrirse paso en la cotidiana caravana de autos. Zigzagueando como un relámpago, entre los autos que a pesar de dar la luz roja, como desafiando al destino, paso más rápido que un instante, como si la ruleta rusa le dio unos minutos más de vida, con el plus de salvación, zafando investir otro vehiculo.

La precisión para esas maniobras y con el celular en las manos era asombrosa, como todo argentino siempre tenemos que ponerle un valor agregado al transgredir, este cristiano iba conversando y sonriendo como si estuviera abstraído en otra realidad.

El ya había optado por algo, llegar a tiempo lo mas urgente posible, al lugar donde su mente contemplaba y como luz incandescente, ciego con si le hubieren descorchado el cerebro, la fantasía no le permitía ver la realidad.

Que misteriosas son las decisiones que tomamos pero cuan hermosas es responder por las consecuencias de nuestras decisiones. Cuantos accidentes hay, y el chofer que ocasionó la tragedia, se dio a fuga.

Cuando pienso en las elecciones, me imagino que en un hermoso lago donde en el espejo, se refleja la vida cotidiana con la sensación de una profunda paz.
En este espejo, con cada elección que tomamos, es como si arrojáramos una piedra produciendo una gran onda que se ensancha, el radio de acción es más amplio a medida que se aleja del lugar donde impacto la piedra.



Que pasa si otros también arrojan sus piedras, sus ondas se entrecruzaría con las nuestras, siendo que cada una de ellas cayo en distintos lugares.
La vida es eso, un entrecruzamiento de ondas que interactúa unas con otras, formando un tejido como consecuencias de elecciones que tomamos. Algunas previsibles, otras tiene con la intensión de producir algo. Algunas acciones vienen disfrazada con el ropaje del inconciente, mostrando una intencionalidad, pero que en si mismo encierra ideas o vivencias que no se ve a plena luz del día.

Pero todas ellas, conceptos más o menos tienen algo en común, las consecuencias. También algunas de ellas, pensadas y esperadas, otras previsibles, otras no , las no realizadas etc.
Todo accionar del hombre hasta una mirada, ya sea triste, alegre, con ira, con sorna. También una sonrisa produce consecuencias. Es importante ser concientes de lo que producimos y aprender a responder, a hacernos cargos de las consecuencias. Y responder es eso en su significado:

Responder.

(Del lat. respondĕre).
1. tr. Contestar, satisfacer a lo que se pregunta o propone.


Que importante es tener una respuesta a mi accionar, si se me pregunta el porque, de que se trata etc. Es cuando uno no esta atado a ningún temor. El miedo me ata, me encadena, me impide a dar una respuesta por temor al ego herido, a perder algo, al que me dirán etc. Ser responsable es ser transparente en su accionar. Lo que hice fue por esto o por aquello, pensaba que era la forma mas correcta, bueno me equivoque.

La valentía de dar respuestas es ser un hombre de verdad. Alguien dijo por ahí: “LA VERDAD OS HARA LIBRE”, aquel que obra según verdad, no es prisionero de nadie, ni nada le impide. El hombre sigue, como si fuese tan simple como la respiración, a la verdad. Cuando uno respira no se pone a pensar si tiene que aspirar y luego exhalar, es algo natural.





El alma cuando tiene esa capacidad de dar respuesta, hacerse cargo de su accionar, el ámbito de libertad crece. Cuando hay ausencia de respuestas nace los “¿Por qué?, ¿Qué paso?, ¿Cómo fue?, ¿Quién lo hizo?”.
Cuando la causa esta velado y no se pueden ver el origen de los hechos, es cuando se da la posibilidad a que la inseguridad y el temor se adueñe de nuestro ser. El sentido de la vida se pierde y las respuestas se desvanecen. Y desde el comienzo de la historia del hombre como una experiencia profundamente inserta en el ser, como quien revive esa inseguridad ante esos fenómenos que eran superiores a el: el trueno, el rayo, el huracán, la lluvia devastadora, el fuego, el volcán. También lo encontramos como respuesta religiosa y mítica “LA MUJER QUE ME DISTE ME DIO A COMER DEL FRUTO PROHIBIDO”.





Cada vez que leo este pasaje o viene a mi memoria por alguna razón, me digo así mismo, “este es el origen de la cobardía”, el temor esa sensación tan vieja como la naturaleza humana.
Cuantas buenas acciones mueren a cada segundo por que el alma es presa del espanto, de esa oscuridad del alma que detiene y esclaviza. El temor, creo que este es el pecado original, “EL TEMOR”. Y también alguien dijo “el temor es el peor enemigo del hombre”.



Mis actos no son aislado, es una proyección de consecuencias lanzado a mi prójimo ya que estoy en sintonía permanente, con ese espejo en el que me ayuda a vencer mis propios miedo para mirarme a mi mismo. Cuando soy consciente de que el otro existe, me hago cargo de mis actos.
¿Soy consciente de que cuando abro la canilla de agua, hay miles de personas que están trabajando en ese instante para que yo pueda gozar del agua potable?

Cuando tenemos consciencia de nuestros actos y de lo que producimos, cuando somos capaces de dar respuesta sobre ellas, entonces ahí, nuestra alma se expande como así también la conciencia de libertad. Yo soy dueño de mis actos, soy dueños de mi mismo. Este es el modo como cimentamos nuestra seguridad interna. Cada uno de nuestras realizaciones y las respuestas que damos vamos construyendo nuestra felicidad. En este continuo acto de respuestas libres y responsables se teje nuestra vida cotidiana, en los distintos medios en el que nos movemos y en los distintos roles que tenemos y en la que nos explayamos nuestra personalidad.

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15 de diciembre de 2008

PULSION: energía en movimiento

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Los seres humanos y los animales sienten, piensan, aprenden y conocen para adaptarse al medio que les rodea. Pero para adaptarse al medio que los rodea lo hace por medio de pulsiones que busca la descarga. Esta necesidad algunas veces es satisfecha otras veces no y es reprimida.

Se denominan así pulsiones a las fuerzas derivadas de las tensiones somáticas en el ser humano, y las necesidades del ello; en este sentido las pulsiones se ubican entre el nivel somático y el nivel psíquico.



Así como las pulsiones carecen de objetos predeterminados y definitivos; también tienen diferentes fuentes y por ello formas de manifestación, entre ellas: Pulsión de vida o Eros, pulsión de muerte o Thanatos, pulsiones sexuales, pulsión de saber, etc.

Fases (o estadios) pulsionales:

Si vemos objetivamente todos los conceptos utilizado por el psicoanálisis y si al termino pulsión lo tomamos como la energía que da vida, la que da movimiento al todo, y a esa síntesis del todo al que le llamamos ser humano. Si somos el todo por que aparte somos animales y esa energía del que hablamos, se manifiesta a partir de una plataforma o centro de operación que permite que el mismo desarrolle las acciones para la autoconservación. Este desarrollo se va manifestando en distintas etapa de crecimiento en la vida del hombre.

En poca palabras, para la teoría "clásica" freudiana, todas las pulsiones se concebían como derivadas de una pulsión basal (casi totalmente instintiva): la Pulsión de vida, cuyo objeto es la autoconservación del individuo.

Como esta energía que se manifiesta en el sistema nervioso, va marcando el desarrollo del organismo, se manifiesta con distintas características y en distintos sectores del cuerpo y en cada etapa se produce un desarrollo neurológico especifico, a medida que este, se va desarrollando. En este desarrollo interviene factores genéticos. Las partes desarrollada en la que se manifestara la pulsión se le denomina zonas erógenas, es decir zonas en el cuerpo en el que se produce una gran sensibilidad como consecuencia del desarrollo de nuevas estructuras neuronales dando crecimiento al cuerpo del ser humano.




Derivada de la pulsión de vida, es la pulsión por nutrirse, sin embargo las derivaciones más complejas e interesantes son las que aparecen en fases o estadios. Cuando hablamos de fases de pulsión tenemos que tener en cuentas que son procesos o momento en los que el ser humano se va desarrollando, hay toda una estructura neuronal en la que esa energía se desarrolla y da crecimiento fisiológico como a todo ese mundo de los sentidos, sensaciones y emociones en el hombre. Tan solo enumeraremos ya que de ellos ya se hablaron lo suficiente. Estas son las siguientes:

Fase oral: ocurre entre el nacimiento y los 18 meses; la zona erógena casi exclusiva es la boca (el neonato recién comienza a "centrar" su psiquismo en un objetivo: nutrirse. El momento de amamantar mas las caricia de la madre le da una seguridad afectiva y emocional. Al ser contenido mas los arrumaco de su madre comienza el aprendizaje de su individualidad corporal.

Fase anal: entre los 18 y los 36 meses. Debido al desarrollo del control de los esfínteres anales, el o la infante goza al poder tener un cierto primer control de su cuerpo, el de poder retener o expulsar los excrementos.




Fase fálica (o -mejor- uretral): ocurre entre los 3 a 6 años, el niño o la niña pueden en esta etapa controlar sus esfínteres uretrales y será un esbozo anticipatorio de la fase genital. Freud nota que en la fase fálica se da la constitución definitiva (aunque no su terminación, ya que el edipo existe activamente durante toda la vida del sujeto) del edipo de cada sujeto. Período de latencia: entre los 6 años y la pubertad existe una fuerte sublimación espontánea de los sentimientos libidinales, el período de latencia (por razones evolutivas existe para facilitar una integración cultural del sujeto).



Fase genital: Desde la pubertad en adelante, cuando se encuentra ya configurado el edipo; en esta fase se desarrollan y devienen en cada sujeto los intereses sexuales ya determinados ("inclinaciones sexuales" etc.).


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9 de diciembre de 2008
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LA FUGA
Autora: Adela Alvarez Faur
Estan allí, detrás de los árboles. Sé que me esperan.Los presiento con sus impermeables negros chorreando agua y sus pesadas botas ahogando el gemir de la lluvia, que cae mansamente dibujando arabescos sobre el patio de baldosones rojos.
Contengo la respiración tratando de oír algo que me indique que ellos se acercan. Sólo oigo el croar de las ranas y el deslizar de la fina llovizna, que persiste como una marcha fúnebre. Tengo que mantener la calma. Fue un error ocultarme en esta casona, estoy segura que ha sido una trampa urdida por mis perseguidores. Seguramente estarán vigilando las dos únicas entradas, y por las ventanas es imposible huir; todas tienen rejas. Debo elaborar un plan para salir de este caseron infecto de ratas, pero... ¿cómo? No hay teléfono, además, de haberlo no me serviría de nada, no podría llamar a la policía; me buscan por estar implicada en un contrabando. Tampoco podría llamar a mis amigos, porque no los tengo en esta ciudad, donde estoy de paso; si mis enemigos lo permiten será así, de lo contrario en lugar de ser "de paso", sera "perennemente".
En penumbras me deslizo, sigilosamente pegada a la pared. Un gato de porcelana me mira impasible desde el piano, con sus ojos absurdamente abiertos. Me acerco y lo observo a la luz de un fósforo, me parece ridículo en medio del polvo que cubre los objetos, o quizás demasiado blanco y brillante, como si estuviera frotado. No parece habitar permanentemente entre este desorden. La idea me produce un cosquilleo desagradable que me eriza la piel y pone tensos mis músculos. Creo que este lugar se ha transformado en una prisión de donde no podré salir con vida, a menos que agudice toda mi astucia. Mi cabeza es un hervidero de ideas que rechazo constantemente, sin haberlas puesto en práctica.
El péndulo de un viejo reloj traspone el umbral del silencio, estremeciéndome hasta las fibras más hondas.Trato de serenarme, pero las manos me tiemblan. Corro suavemente la cortina tratando de escudriñar en la semipenumbra de la calle. Tiendo el oido. Nada oigo.Es espantoso este silencio, quizás tratan de prolongar mi sufrimiento de esta forma: jugando con mis nervios y destruyéndome de a poco con el horror del miedo. El gato de porcelana sigue allí, impasible, mudo testigo de mi deterioro nervioso. De pronto, me parece que sus ojos brillan, y que sus formas han tomado la proporción de un gigante descomunal, dispuesto a saltar sobre mí. De un salto me arrojo sobre el piano y de un manotón hago volar la estatuilla lejos de mi vista. El ruido que provoca su caída es ensordecedor. Me arrastro hasta un rincón, mientras los ecos se pierden por los largos corredores en sombras. Me culpo por este error que no debí cometer. Los nervios han comenzado a traicionarme y eso es malo; me propongo mentalmente no volver a cometer torpezas. Un silbido rasga el aire poblando el silencio de agoreros presagios; indudablemente es una señal que se pasan entre sí.
Tengo que idear algo para escapar.Quizás consiga treparme al techo por la banderola del baño y desde allí, saltando hacia los árboles vecinos me resultará fácil llegar a la calle antes de que ellos me vean, no imaginarán que yo apareceré por el sector izquierdo, cuando me descubran ya tendré a mi favor muchos metros de ventaja. Si logro correr las tres cuadras que me separan de la estación del ferrocarril sin ser atrapada, me consideraré a salvo. Podré desaparecer entre la gente, o escapar en alguno de los trenes que parten continuamente hacia distintos puntos del país.
Comienzo a poner en práctica mi plan. En silencio,midiendo cada uno de mis pasos, recorro las habitaciones alumbrándome con el encededor. La lúgubre llama que debo encender intermitentemente, hace más tétrico el lugar. Alguna rata cruza en sibilante zig zag, dándome una sensación de repugnancia. Poco a poco consigo arrastrar una mesa hasta el baño. Trepo a ella y comienzo el difícil ascenso hacia el techo. Por más que me estiro no logro alcanzar la banderola que alguien dejó abierta brindándome la posibilidad de la fuga. Con un esfuerzo consigo saltar hasta tomarme de los bordes de la claraboya. Mi cuerpo cuelga como un ridículo muñeco desarticulado. Intento elevarme, pero mis 56 kilos me parecen una tonelada. Siento que se me desgarran los brazos. ¡Caigo! El ruido que provoca mi cuerpo al caer sobre la mesa, es espantoso, es un fragor que se va apagando lentamente, mientras mi agitación crece hasta desesperarme. Contengo la respiración un momento. Otra vez el silencio.
Pero... ¿ por que no actuan? Quizás se divierten, o quieren que enloquezca.
Permanezco un minuto en posición horizontal. Mientras trato de recuperar mis fuerzas, intento el único recurso posible para ahuyentar mis miedos: evadirme de la horrible realidad que parece una pesadilla interminable. Pienso en los amaneceres púrpuras de un verano ardiente. Me imagino junto al mar calcinándome al sol. Pero esto no resulta, no puedo retener las imágenes en mi cabeza. Ahora me veo corriendo hacia el mar con blancos pañuelos en las manos... No, es imposible. Vuelvo a tomar plena conciencia de lo que está pasando. Concentro mi atención en el lastimoso rectángulo de luz que se cuela por el boquete del techo, iluminando el vuelo de un verdoso moscardón que dibuja círculos fantásticos sobre mi cuerpo, hasta que imprevistamente cambia su> rumbo y furioso se estrella sobre un velo de telarañas> que cuelga de un esquinero de la pared vecina. Sus> alas tornasoladas se baten enérgicamente en un intento> de fuga. La lucha del insecto es frenética, agotadora.
Sin saber cómo, nuevamente me encuentro de pie sobre la mesa, pero tiemblo demasiado. Trato de concentrarme y espero que mi cerebro de la orden a mis piernas. ¡Un nuevo salto! Pero sin éxito. No he llegado. Lo intento una vez mas y... ¡Lo consigo! Me aferro a esa única posibilidad. Vuelvo a balancearme y por fin puedo apoyar mis pies a la pared. Me empujo hacia arriba,mis brazos no soportan mi peso, estoy a punto de caer nuevamente, pero en un último y desesperado esfuerzo logro levantarme y asirme por los codos, ¡ya el cielo es mio! La bocanada de aire frio y la lluvia que se posa en mí, silenciosa y pausadamente, tienen el poder de ahuyentar los fantasmas del miedo, que por un momento me dejan respirar libremente. Puedo sacar todo mi cuerpo y me tiendo sobre el techo. Necesito unos minutos. Siento que el corazón se me escapa como un potro enloquecido. Mientras me sobrepongo al esfuerzo, agudizo mi sentido de orientación. Estoy en el sector izquierdo de la casa, ellos estaran vigilando las dos entradas. Pero si logro escabullirme saltando de árbol en árbol, cuando me vean ya tendré cien metros de ventaja a mi favor.
Observo las ramas que caen lánguidamente mientrasaspiro el perfume amargo de los pinos. Cargo de aire mis pulmones y me preparo mentalmente para lo que será mi segundo paso hacia la libertad. Mi plan funciona. Todo es muy rápido hasta llegar a la calle. Me parece un sueño haber escapado de la casa conservando aún mi integridad física.
Un nuevo silbido me estremece. Tal vez ya me han visto. Comprendo que ahora mi salvación depende de mis piernas y comienzo una carrera desenfrenada. Corro. Corro desesperadamente. Quisiera gritar, pero sé que perdería fuerzas y contengo mi impulso. Las luces de la estación ya están muy cerca, pero por un momento parecen desvanecerse ante mis ojos. Siento que mi pecho va a estallar y miles de campanas retumban en mi cabeza. He llegado al límite de mis fuerzas y caigo de bruces. El tiempo parece haberse detenido. Semiinconsciente oigo el silbato del tren, que como un eco doloroso se pierde entre las colinas, entonces la esperanza me da nuevos bríos y me impulsa a seguir mi loca y desenfrenada carrera. Aferrada a esa única posibilidad de vida, consigo llegar. El tren comienza serenamente su marcha a pocos pasos de mí. Me abro paso entre la gente, empujo, atropello. Un hombre gordo y corpulento me lanza una palabrota, en ese momento no sé si me disgusta o me complace, sólo sé que ya estoy a salvo. De un salto consigo treparme al tren que ya está en movimiento. Los pasajeros me miran entre sorprendidos y desconfiados. Comprendo que mi aspecto debe ser desastroso. Me aliso el pelo húmedo y enmarañado. Tratando de dominar mi agitación, ordeno la blusa dentro de mi pantalón. La ansiedad me ahoga, no soporto las miradas y me escurro hasta uno de los camarotes. Está vacío. Apago la luz y me recuesto intentando ordenar mis pensamientos.
Todo me parece demasido irreal, esta loca fuga y... ¿Qué haré en la próxima estación? Pienso que quizás sería mejor entregarme a la policía, antes que seguir huyendo de mis perseguidores. Los goznes de la puerta chillan interrumpiendo mis pensamientos. El haz de luz inunda el recinto, recortando la figura del hombre vestido de negro. De un salto me pongo a la defensiva. El hombre avanza seguido por otro. Un frío me recorre la columna vertebral. Incapaz de actuar, discurro ante la idea de implorar piedad o saltar sobre mis enemigos como un felino, pero enseguida mis ideas se desvanecen como moléculas en el viento; y respondiendo sólo al instinto de conservación, me lanzo como un huracán hacia el ángulo de luz que proyecta la puerta entreabierta, pero no alcanzo a transponer el umbral. El frío caño metalizado se apoya en mi estómago produciéndome un estado nauseabundo. Las aceradas pupilas grises que se calan en mí, son más elocuentes que las palabras, en ellas veo la trágica resolución, que unida al gesto, me hace retroceder por el pasillo hasta llegar a la puerta. Insiste en que siga retrocediendo con el arma disimulada bajo un echarpe de color oscuro. He comprendido su juego, allí abajo me espera el vacio. Quisiera gritar, pero no sale mi grito, todo ha sido inútil. El aire frío golpea mi espalda, mientras el fragor del tren apaga el gemir de las malezas que se doblan espantadas ante ese monstruo de hierro. Un paso más y... ¡Caigo! Mientras el vacío me atrapa, un grito interminable escapa de mi boca, y por fin... despierto, espantosamente aterrada, sobre la alfombra, al lado de la cama.
FIN
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