Corría a fines de 1982, la guerra por las Islas Malvinas había pasado, Argentina pasaba por una profunda recesión y culturalmente, afloraba a flor de piel, la necesidad de expresión, que se hacia sentir como vapor encerrado en una olla a presión.
Era necesario expresar tanta frustración, ante un gobierno de facto, que con el fracaso político y bélico, le resultaba imposible manejar la situación.
En la casa de mis padres no estaban bien las cosas. Había salido del Seminario Mayor San José de
Es increíble como se van cambiando los conceptos, aparecen unos nuevos y a los viejos es como si perdieran significado.
Volvía de las clases practicas de
Deseaba trabajar, ayudar en mi casa. Nunca había trabajado, por lo tanto no tomaba conciencia de la magnitud e importancia de lo que pedía.
Al regresar a la casa materna, recibo la información de que mi hermano mayor, Luis, había estado, trayéndome la noticia que al día siguiente, debía presentarme en el Honorable Tribunal de Cuentas de la provincia y que tenia que hablar con el Dr. Julio Emilio Cartier, y que el me iba a informar el resto.
Al otro día, con ansiedad y curiosidad, me presento ante El, que por segunda vez lo veía.
Mi hermano lo conocía mucho, era esposo de una gran dama de la sociedad Tucumana,
El Dr. Cartier, siendo Vocal del H. Tribunal de Cuentas, me llevo ante el actual Presidente Dr. Aldonate. Ya estaba con el Sr. Daniel Carabajal (ex combatiente de Malvinas), seguidamente a secas, nos pregunto sobre el desempeño que habíamos tenido en Malvinas, yo quedándome en til, con varios cric, cric, cric, en mi cabeza y rompiendo ese silencio que algunas veces suele ser embarazoso, Daniel contesto, explicando su experiencia en el portaaviones 25 de Mayo. Luego dirigiéndose a mi con la mirada, tan solo fui sincero, “estuve en el Seminario, estudiando para ser Sacerdote”.
Ante de terminar mi frase, el Dr. Cartier me dio por debajo una estocada con su codo y sonriendo el Dr. Aldonate por lo ocurrido, diplomáticamente disimuló la situación.
Ahí me cayó la gota al tanque, dándome cuenta de que estaba por ingresar al mundo del trabajo.
Como si fuera poco e ironía de la vida, como si Dios me diera respiro y me ambientara, estuve como se lo pedí, cuatros años en Asesoría Jurídica, en lo que los números eran tan solo los indicadores de Leyes, Decretos y Resoluciones.
Luego me trasfirieron al Departamento de Personal, donde tuve que aprender a liquidar el sueldo de mis compañeros de trabajo. Ahí lo humano y el mundo de los números convivían en armonía.
Ya a mis 49 años cumplidos, pienso uno y otra vez estos momentos tan mágicos. El día anterior estaba de rodilla ante el Ssmo. Sacramento y ante
Es tan cierto esta frase: “uno llega a valorar un bien, cuando ya no lo tiene”
A esta altura de mi vida, como me cuesta conseguir trabajo. Como si el Mundo laboral es privilegio de los jóvenes y con gracias hasta los 35 años, en algunos casos hasta los 40 años.
De la magia de la oración, pase al suspenso de las entrevistas, que por más que uno ofrezca trabajar más de la jornada legal, todo queda en la incompatibilidad con la edad.
Algunas veces se entrecruzan pensamientos “será que no estoy pidiendo con fe” “quizás Dios, para estos pedido relacionado al el mundo laboral, también tiene limites de edad”
Pero sigo repartiendo curriculum vitae como quien reparte la posibilidad, para que una persona de bien, hiciese una obra de caridad, que el mismísimo cielo lo tendría en cuenta. Pero espero esa actividad tan fundamental que dignifica al hombre y cubre su desprotección y desnudes ante la sociedad.
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