En este lugar inhóspito, el Sr. Elaerd tenia su rebaño de ovejas, al cual, las hacia pastar cotidianamente.
En esta extrema desolación, decidió un buen día plantar robles, hayas y abedules, como quien pinta de verde este terreno árido y rocoso.
Por las noches elegía las mejores semillas de cada una de las especies mencionada y al día siguiente caminaba al lugar al que el soñaba con transformar y empezó a sembrar una por una todos los días, horadado el duro terreno.
En 1910 ya había sembrado 90.000 semillas perfectamente ordenadas. Tenia la esperanza que por los menos 15.000 irían a brotar, a pesar de la escasa humedad del lugar.
Pasaron los años e iban saliendo los brotes de las semillas sembradas y aquellos que no prosperaban o no brotaba con mucha paciencia volvía a sembrar.
Pasaron los 15 años y los arbustos ya tenían su misma estatura, el terreno había cambiado por completo.
En 1933, muchos árboles median ocho metros y tras la segunda guerra mundial, ya que esta no afecto a la zona, muchísimo soldados fueron a buscar la paz del lugar, como así los jóvenes y aventureros.
Se realizaron nuevas construcciones, se plantaron huertos y jardines. Una pequeña ciudad nació cobijada por este hermoso bosque. El tórrido viento que le caracterizo al lugar antes de que el Sr. Elaeard Bouffier llegara, había cambiado totalmente. A lo largo de la pradera se sentía una hermosa y fresca brisa.
Todo estos fue posible gracias a la fuerza de voluntad puesto por un hombre visionario, que tenia la seguridad de que, con su fuerza interior podía cambiarlo todo.
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