Una tarde que se mostraba fría en mi ventana, los copos de nieves pintaron de blanco los arboles y todo lo que se le antojaron. La calle recobraba su vida con niños que salían de su casas a jugar en la nieve,
volví a mi cuarto cálido
de tanto amor y tu descansando en mi cama como guerrera de una gran batalla, te
dejaste vencer ante mi presencia y yo como el codicioso conquistador que cogió el fruto del
triunfo, estaba despierto y orgulloso, pero sin poder dejar de contemplar tu
belleza, que hasta el día de hoy no diviso encontrar la punta del hilo de esta
madeja y descubrir que es lo que hace, que es lo que me mueve a ti. Podrá haber
mujeres exótica, despampanante, pero no son las que me tilda la mirada. .

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