23 de abril de 2009

LA EXISTENCIA DEL VACIO

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Era las 21.00 horas y el deseo de cerrar el telón del día, era más rápido que la realidad misma. Mi ser viajo, ya había apagado el pabilo encendido de mi conciencia, de lo que quedaba, del resto del día.

Como muerto, autómata de comportamiento, con movimientos fríos, vacíos. La mirada perdida, como que las pupilas se cansaron de procesar las sensaciones de la realidad. Que da una reserva, que gira y gira, lo que hay que hacer mañana.


Ese reservorio de procesos mecánicos.
Si, antes me tenias despierto, no se en que momentos te perdi, no se el tiempo, ni la situación, ni el lugar donde mi ser apago tu imagen.

Te miro, pero no te miro, hay saludos, silencio, preguntas, respuestas que salen sin saber por que, pero salen. Como un programa, que para tales condiciones, se debe hacer esto o aquello.


Me acuesto lentamente, con mis articulaciones ya oxidadas, con sus sonidos característicos de una puerta que suena como quejándose de lo que no desea hacer, tan solo desea estar.

Mi cuerpo se desploma en su aposento, mi osamenta, sin miramientos, se desploma, lento, lento.

En el misterio de la eternidad, en ese infinito, en ese desconocido al que se nos velo toda conciencia y conocimiento, muero en la presencia y esa ausencia que nace y llamamos sueño, es el misterio donde la vida esta ausente, no se a donde viajamos.