Si, en esa época de niñez, donde la presencia de Dios en la educación familiar era el sustento de una vida sana; en la que de a continuo también aparecía los escrúpulos o el temor morboso de que cualquier obrar, posiblemente este infectado por una apestosa enfermedad del alma, que es el PECADO.
Siempre me acuerdo de la mirada mordaz de nuestros mayores, cuando uno trataba de tonto, estúpido, sucio etc. A un hermano.
Eran bien recriminados y amonestados esos procederes (flor de cagada que te endosaban).
El respeto por el otro y el buen trato era lo primero que se enseñaba y se lo notaba más en las clases mas baja.
En mi vida, si éramos niños pobres, con la conciencia del aseo diario, el pantalón limpio con la camisa, no importaba la cantidad de remiendos, pero no se veía bien, cuando alguien tenía los pantalones rotos o la ropa sucia.
Cuando al atardecer, salíamos a la vereda a jugar con nuestros amigos, en la ropa de nosotros se veía un concurso del esmero de nuestras madres, de quien remendaba mejor, y algunas se lucia con el zurcido invisible, guauuuu, era un sofisticado tejido de hilos sobre la tela gastada, este arte reemplazaba al remiendo y no se notaba que la tela estaba rota.
Si éramos pobres, pero el respeto por las personas y el prójimo era el alimento de nuestra conciencia.
Después paso el tiempo, y los niños ya no se le enseñaban con tanto rigor como a nosotros, donde siempre se nos inculcaba el deber para con nuestro corazón y su pureza, el deber para con nosotros mismo y nuestro cuerpo, el deber para con los mayores y semejantes. Es importante hablar a los niños del derecho de los niños, pero el anverso es el deber para con uno mismo y nuestras relaciones con el medio.-
Bueno, lo que pasaba que en mi niñez, nuestros padres eran la ley, como dos semi dioses al que algunas veces se contradecían, pero la ultima palabra, algunas veces concensuada o estaba dada por el que era el símbolo mas gravitante del castigo, eso era lo que se obedecía.
Ante la ausencia de ley, por que los semidioses estaban en discordia, el mismo silencio era una forma de ley, que dejaba en suspenso lo que uno pedía, como algo que era inoportuno y fuera de lugar plantearlo.
Ante esta autoridad y la ausencia de una participación democrática del niño, en esta construcción cultural familiar, la de la casa, donde uno tomaba para la formación personal de nuestra humanidad.
La familia ese lugar donde uno tomaba lo bueno y lo pobre de cada uno. Pero algunas veces pasaba que uno, ya un poquito mas grande intentábamos de ser libres pensadores, pasaba que algunas elucubraciones y ese ejercicio de hacer trabajar las neuronas, entraba nuestras ideas a estar en discordia o a contrapelo con docta sapiencia familiar, esos temas tan pensado y nos resultaba magistrales, pasaba a ser una procesión en silencio, ya que en su exposición podría correr el peligro de ser anatema, ante el juicio de nuestros padres y demás miembros de la familia.
La libre expresión en esa época era en algunos casos, controlada, monitoreada, para luego se realizaba los procesos rectificativos.
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