Tan solo me miro, como intentando
decirme algo, ya estaba agotada de tanta lucha. Por más que intentaba yo, uno y
otra vez para tu corazón se quedara conmigo, no vi, no vi, que ya era el
tiempo, el momento de tu partida.
Por mas que deseaba retenerte y que
estuvieras mas a mi lado, mis oraciones intentaba mover cielo y tierra para que te quedaras, pero la
pesadas horas en tu existencia, no te daba respiro, te miraba y el silencio
dejaba que tus ojos hablara, el silencio hería para que me diera cuenta que era
tu hora, tu paso, tu vuelo, te mire y mi alma quedo helada, al ver tu
exhalación, la ultima.
Como estocada profunda de la realidad, vi como abandonabas, como te ibas, tu cuerpo aflojarse
repentinamente para luego se adueñara de ti el frío, rígido e inerte, para tu
cuerpo pequeño, vacío como la oscuridad de la muerte, grite desde la profundidad
eterna de mi alma, pero ya no estabas.
Esos ojos tan particular, tan
perdido en un lugar, en un momento existencial me decían que ya no estaban,
pero como ironía de la vida que aguijonea la realidad ahí estabas a mi lado, ahora
en eterna compañía. Tan solo suspire mire al cielo, crujiendo mi ser dije Dios
mío.
Tan solo quedaba un acto racional y
pensar que no te habías ido a otro lugar, que tan solo estabas ahí, a mi lado,
viendo como mi ser se quebraba de dolor, bajo otras circunstancias desconocida
a mi experiencia, otra forma de vida, tan solo la fe daba a mis ojos la visión
con que mirar. Por que la vida tan frágil, tan eterna, infinita, tan limitada,
tan valiosa, es presencia y pasajera, es ser y no ser, es cambio.
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