El ser humano de generación en generación fue grabando estos hechos
intensos que era una llamada de atención ante el cual su integridad psíquica y
corporal estaba en peligro. El hombre primitivo aprendió que la figura, olor,
color y sonidos de algún animal pondría en peligro su existencia, ante esta
realidad él sabía que tenía que
cuidarse, defenderse o huir. A medida que se fue desarrollando sus mecanismos
fueron mucho más complejo porque no tan solo entraba el conocimiento y su
comportamiento con el medio circundante, como forma de adaptación a la
naturaleza, sino también al medio cultural con sus valores sociales en
la que pertenece.
Estas formas o estructuras de defensa lo aborda Freud con el concepto de
mecanismos de defensa, en la que establece como las técnicas del inconsciente.
Como las experiencias negativas que hacen sufrir al ser humano alterando su
armonía, poniendo en peligro su estabilidad psíquica, estas el hombre las borra
de lo consciente y queda grabado como algo prohibido en la que no le es lícito
volver a vivir o traer al plano consciente.
Cuando este tiene experiencia de
imágenes similares al trauma vivido el inconsciente es el encargado de minimizar las consecuencias de eventos
demasiado intensos, para que el individuo pueda continuar con sus funciones.
Dichos mecanismos de defensa, permiten que la vida este dentro de una
determinada armonía psicología que le sirve de garantía para la adaptación con
el medio.
Cuando este mecanismo no es eficaz, el ser humano empieza experimentar verdaderos
desequilibrios emocionales como ser:
estrés, ansiedad y/o depresión. Estos algunas veces son acompañados con la
perdida de sueño, apetito o el cuerpo empieza hablar como ser las enfermedades
psico-somáticas como úlceras etc. Y en el peor de los casos el suicidio,
trastornos de delirio, la esquizofrenia y demás trastornos de la personalidad.
De este modo, el mecanismo de defensa ayuda a que la
psiquis de la persona mantenga su funcionamiento normal.
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