
Cuando mi hijo mayor, Javier, tenia dos añitos, comúnmente al atardecer, se acercaba sigilosamente a mi lado mientras leía un libro y escuchaba una obra de Mozart. Al principio me resultaba algo enternecedor, de que este a mi lado, “mi niño esta al lado de Papa”. Pero al correr el tiempo me di cuenta que no era tan solo mi compañía, sino la música. Si le cautivaba la música clásica, especialmente...