14 de enero de 2010

ESE INCONSCIENTE

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Me levante temprano despertado por el trinar de los pájaros, si bien era mi primer día de vacaciones, lo que el despertador no logro lo hicieron ellos. Me vi en el espejo antes de entrar a la ducha, un día mas ha pasado y todo mi organismo se renovó. Por mas que quisiera que mi vida quedase estática, no lo podría, por que en cada minuto algo va cambiando. El cambio en el ser humano y en toda la naturaleza es nacimiento, crecimiento y muerte. Por más que desde Aristóteles, hasta el momento culmine de la filosofía realista, siempre hubo un intento de detener la realidad cambiante, por medio de conceptos y construyendo todo un castillo racional, como firme estandarte de la verdad. Como si a la naturaleza se la congelara por medios de conceptos, como si fuese una foto, pero esta realidad en el mundo cotidiano era cambiante pero en la construcción del hombre, eran tan solo conceptos. Así para toda la realidad de éste.
Esta construcción racional dentro de la teología de la Iglesia, se requebrajea al perder autoridad en cuestión de la posesión de la verdad. Ahora para buscar la verdad y las respuestas del mundo se apela a la medición de lo que se me manifiesta y lo capto por lo sentidos. La res (cosa) es sujeto de medición, dejando atrás la abstracción de los conceptos a partir de la realidad. La verdad ya no es una adecuación de la mente a la realidad, sino que es el resultado de la medición de la realidad, utilizándose como disciplina a la matemática.
Pero a pesar de que el hombre descifra a la naturaleza circundante, todavía no puede terminar de descifrar su propia naturaleza. El hombre que vive en un mundo cambiante, acompañado por el nacimiento, crecimiento y muerte, realidad al que le cuesta aceptar, como que el ser para la muerte no se acostumbra a morir.
Toda esta experiencia fenomenológica, corre en los carriles de la conciencia, es la única que se hace presente al mundo del yo, donde este toma vida y se recrea en los hechos circunstanciales que vive cotidianamente el hombre.
Esta realidad que lleva al hombre al ejercicio de la adecuación constante y cuando esto no se realiza, es frustrante a tal punto que podemos vivir momentos al que no toleramos y al que la conciencia por seguridad del Yo, lo saca de escena, haciéndolo no conciente.
Lo que no es concientes, aparece en la vida del hombre como el fantasma de la opera, su vida es una gran obra en la que el fantasma no descansa de arrebatar el momento culmine, este que esta detrás de las bambalinas buscando el momento para aparecer.
Es que entre los hechos de la vida cotidiana y su significado, en las respuestas, o en la ausencia de ellas, como un sistema de códigos en la que hay que decodificar, esta el inconciente. El inconciente es lo que no se ve a simple vista, y no se lo puede medir, ni observar, como pretendían las otras líneas psicológicas que nacen de la fenomenología. Es decir, no aparece como un fenómeno al que se puede observar, medir y sacar leyes generales. El psicoanálisis se mueve en el ámbito de lo particular, no saca leyes generales, por que el inconciente es particular a cada persona, las vivencias son únicas no se repite. Se puede encontrar alguna analogía, algún parecido, pero la forma como lo vive el paciente no se repite en otro.
Así tenemos que la hipótesis de la existencia de procesos psíquicos inconscientes, el reconocimiento de la teoría de la resistencia y de la represión, la valoración de la sexualidad y del complejo de Edipo, son los contenidos capitales del psicoanálisis y los fundamentos de su teoría, y quienes no los aceptan a todos, no deberán encontrarse entre los psicoanalistas. Sigmund Freíd, Obras (trad. L. L. Ballesteros y Torres), Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, 1949, vol. II, pag. 26.-