En la escuela francesa, con Lacan manifiesta este pensamiento, “Es porque algo ha sido atado a la palabra que el discurso puede, en el análisis, desatarlo”. Efectivamente, no existe demostración más eficaz que la interpretación de los sueños en S. Freud, el hecho simple que existe de un sueño y su interpretación del mismo realizado por un analista. Entre el análisis y el sueño media la palabra en el relato.
Es este, el que toma un papel preponderante y en donde aparece el código, lo desconocido manifiesto. Por eso para Freud, se desinteresaba de lo ocurrido realmente en el sueño para poner énfasis y toda su atención en las palabras con las que el sueño era relatado. Pasando a instalarse en el análisis de los significantes verbales.
Aunque aparentemente, notamos que el hombre es dueño de la palabra, pero este esta sujetado por la misma, es el lenguaje en la que se instaura en la vida de el y con el también el inconsciente ampliado. Ya que por medio de la expresión verbal y sus significante es que recibe lo prohibido, del medio.
Esta realidad común a la experiencia lingüística y a la experiencia psicoanalítica: que es imposible obtener un mensaje a partir de un sujeto cualquiera si no existe previamente una cadena de significante y una regimentación previa de los empleos. Es en la existencia de este mecanismo complejo, que hace que un discurso diga siempre más u otra cosa que lo que quiere decir.
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