Mientras tomaba unos mates, de a sorbos lento y pensativo,
cuando uno baja el interruptor del tiempo, todo queda estático y la mirada se
pierde en la naturaleza, aflora la imaginación y el recuerdo. Me vino a la
cabeza el regalo de mi hermano mayor, era un monito de hojalata con un
tamborcito. Este juguete tenia una llavecita al costado, que al hacerla girar
con una determinada fuerza en los dedos y que vuelta tras vuelta se ponía mas
pesada necesitando mas fuerza para terminar de hacer girar hasta llegar a un
tope que al partir de ahí se liberaba un mecanismo haciendo que el monito de
hojalata caminara y tocase el tambor.
Es increíble como este mecanismo recibía
una fuerza externa, que muchas veces mis dedos no podían hacer girar esta
bendita llave, pero mi papa mágicamente era súper poderoso y era el único con
la fuerza para mover la llave y el mundo entero. Era todo una diversión. Ahora
miro como una analogía perfecta lo que ocurre con la psiquis del hombre. Muchas
veces recibimos fuerza tan bruscamente, con sensaciones tan intensas que
misteriosamente quedan guardadas en el interior, similar al juguete de mi
niñez, cuando uno giraba le transmitía una fuerza que quedaba almacenada en una
cuerda que era como un resorte que se enroscaba y una traba la contenía hasta
que un dispositivo liberaba esa traba y ponía todo el mecanismo a andar. El
juguete después de recibir esta fuerza, se mantenía en quietud, hasta que uno
por medio de un botón lo sacaba de la quietud y este empezaba a caminar y tocar
el tambor, hasta que la cuerda se acababa. Había dentro de él, algo que lo
mantenía en quietud hasta que algo liberaba esa fuerza. En los seres humanos
ocurre algo parecido, la persona esta en armonía con el medio cuando las sensaciones
recibidas de éste, sean placenteras, el yo la disfruta. Pero cuando estas son
estimulaciones fuertes, violentas, recibidas en una vivencia, resulta ser
traumática, una amenaza a la integridad del yo. Para que este siga viviendo en
armonía, tiende a guardar esta fuerza ocultándola de la conciencia.
“Freud determinó los mecanismos de defensa, como las técnicas del
inconsciente, encargadas de minimizar las consecuencias de eventos demasiado
intenso, para que el individuo pueda continuar con sus funciones. Dichos
mecanismos de defensa, permiten el mantenimiento del balance psicológico.”
www.apuntesdepsicologia.com/psicoanalisis/mecanismos-de-defensa.
Si no existiese este mecanismo no habría armonía y sería
imposible la adaptabilidad del ser humano a las distintas situaciones de la
vida. Esta fuerza oculta se llama inconsciente, es decir lo que no esta en la
conciencia. Hay otras fuerzas que sería traumáticas para el niño si la
transgrediera, estas son los límites impuesto por los padres, las normas
morales, religiosas y culturales que responden a la convivencia y que en muchos
casos se la imparte cargado de afecto, como algo positivo, y que, transgredir a
estas, lleva un profundo temor de perder el afecto del papa o la mama. El temor
al castigo es tan fuerte que puede paralizar al ser humano. El hecho de no
realizar algún acto por temor al castigo
es uno de los tantos ejemplos de la vida real. Si algo me agredió profundamente
de eso me tengo que defender. O de algo que me lleva a perder lo que mas quiero
(la aprobación de papá y mamá).
“En
la teoría psicoanalítica freudiana,
los mecanismos de defensa son
estrategias psicológicas inconscientes puestas en juego por diversas entidades para
hacer frente a la realidad y mantener la autoimagen.
Las personas sanas normalmente utilizan diferentes defensas a lo largo de la
vida. Un mecanismo de defensa del yo deviene
patológico solo cuando su uso persistente conduce a un comportamiento
inadaptado tal que la salud física y/o mental del individuo se ve afectada
desfavorablemente. El propósito de los mecanismos de defensa del yo es proteger
la mente/sí mismo/yo de la ansiedad o sanciones
sociales y/o para proporcionar un refugio frente a una situación a la que uno
no puede hacer frente por el momento.” (https://es.wikipedia.org/wiki/Mecanismos_de_defensa)