7 de octubre de 2008

DOROTEA LA PISTOLERA

0 comentarios
 
Después que los animales estuvieron en el corral, mi abuela ya había sacado la leche para el consumo diario, había que llevarlo de nuevo al cerco. Este, es una parcela de tierra a orilla del rió, con abundante vegetación, pastura tierna; rodeado de un exuberante y frondoso bosque, como si las hadas y seres espirituales tomaban vida en él. Mi abuelo, en sus cuentos, nos contaba sus experiencias que tuvo en el mismo, al que le prestábamos con singular atención, como si fuese un afilado y sagaz orador.-

Él nos decía, que el lugar era mágico, siempre el se sentaba debajo de una tipa enorme, donde su follaje parecía unido al cielo y cantaba al compás de la brisa. El creía que las hadas, los Ángeles y las almas, utilizan el viento suave y las copas de los árboles para poder hablar.

Una vez se quedo no dormitando, es decir, en ese estado intermedio en la que el cuerpo se relaja totalmente, siempre solía escuchar una vos suave que salía del follaje de la tipa, la misma era parecida a la de su madre, algunas veces sentía al de su abuelo. En los momentos difíciles él solía ir ahí, para tomar decisiones. En fin, pero con musas o sin musas, con voces del más allá o no, teníamos que ir con mi primo Toro, y nos adentrábamos en la espesura de la vegetación del lugar.

En lo alto del terreno, ya estando en el centro de la parcela, había un hermoso y pequeño valle, donde había un profundo silencio y lo único que se escuchaba es el corazón de la misma naturaleza. Esto me provocaba una sensación de paz. Desde entonces no recuerdo haber vivenciado algo parecido.
Me sentaba debajo de un tala, para sentir la brisa en las copas de los árboles. Parecía que mis pies se transformaba en raíces y formaba parte del lugar, todo mi ser se anclaba y se resistía en volver. Era parte del entorno y sentía que todo era uno. Toda la piel de mi cuerpo se estremecía, como quien dice, se me ponia la piel de gallina, tenia la sensación de que estaba ante algo superior o algo a lo que hay que respetar y también acogedor.

Al lado del río estaba la parcela de tierra de “los guanqueros”, no es que había nido de guanqueros (se le dice al escarabajo o coleóptero color negro). Le dicen guanqueros (coleóptero color negro), por que hacen una bola con el guano del caballo o vaca y lo llevan rodando hacia su nido.


A los primos de mi abuelo no sé por que le decían guanqueros. Bueno no puedo hacer comparaciones, creería por que eran negritos, cascarudos y sucios, pero seria denigrarlos, no me pidan que haga estas comparaciones, sigamos. Como decía, estas tierras años anteriores a mi estancia, estaban separadas por mojones, estos se hacían parvas de ramas de los árboles hasta una determinada altura indicando lo que pertenecía a cada uno.-.
Pero siempre la tecnología llega, años después alambraron todo desde el chiquero hasta el horno por las dudas, era toda una novedad este sistema de alambres.

Como mi abuelo tenía una cierta rivalidad con sus primos hermanos, ya que estos corrían los mojones de la orilla del río a favor de ellos y en detrimento de mi abuelo, con la intención de apropiarse de la tierra del mismo. Algunas veces pasaba el tiempo que vigilaba con la escopeta y tiraba tiros al aire para amedentrar a los guanqueros. Si señores eran bichos duros de dominar.

Amen de estar renegando con un miembro de la familia, ocasionaba el trabajo de volver a medir y volver los mojones a los lugares originarios, con el tedio y malos momentos que todo esto ocasionaba. Mi Abuela que parecía un remanso de agua, ya cansada de toda esta historia, se dirigió a la casa de los guanqueros y llamándole le dijo: “Mira Paulino, ya soy demasiada vieja como para estar lidiando con estas cosas, si quieres algo para vos que sea con tu sudor y no con pijotería, te lo advierto deja de estar moviendo los mojones del río, por favor no me moleste que ya estoy cansada”, y este como era mujer, y no era pollerudo para que una falda lo ponga al galope, no le hizo caso.

En esos momentos, la mujer dentro de la unidad familiar no sé la tenia en cuenta, tan solo servia para las cosas hogareñas, como el servir a su esposo y luego a sus hijos. Mi abuela, me acuerdo servia primero la comida a mi abuelo, después a sus hijos y luego a sus nietos y luego cuando ya no había mas que servir, recién se sentaba ella a comer.

Esa noche, el primo de mi abuelo corrió el mojón a su favor, como burlándose de nuevo, haciendo ver ante los vecinos que él era lo suficientemente hombre. No iba a permitir que ninguna mujer se metiera en cosas de hombre, y menos que lo venga a querer poner en vereda, al fin y al cabo el era un hombre con los pantalones bien puestos.



Mi abuela, viendo lo ocurrido suspiro diciendo este cristiano no le cabe dos huevos hervidos en el cubo(se entiende, es geometría campo adentro), y con toda la paciencia mando a ponerlo de nuevo a su lugar, y fue temprano a la casa del guanquero. Llevando consigo la pistola de mi abuelo. Lo llamo y viéndole a una determinada distancia, este como no aceptando el reto, que una mujer lo amenazara de tal forma, empezó a caminar hacia donde estaba mi Ella, con la intención de intimidarle, arrebatarle la pistola. Mi abuela rápidamente como buena conocedora del arma, le disparo dándole a centímetro del pies, como este era ignorante de la destreza de mi abuela(pistolera la vieja), siguió caminando y ella ni lerda ni perezosa tiro de nuevo y por un acto de misericordia le dio en la rodilla.



Se queda el cuchi helado ante el momento de la faena, con una sensación difícil de discernir, era dolor, miedo, vergüenza e impotencia y con una risotada de los vecinos circundantes.

Ya tirando en el suelo este pobre cristiano balaba como cabra loca en medio del monte. Mi abuela mirándole a los ojos, se le acerco a su lado con la pistola en la mano, le dijo: “la próxima tus hijos te va a rezar en el cementerio, pobre infeliz”, santo remedio, los mojones del río nunca mas se corrieron, hasta que alambraron, la policía nunca vino, y todo queda como una anécdota para contar en las noches alrededor del fogón