Cuando por primera vez fui al río, tan solo mi atención se centraba en el mismo, me cautivaba su continuo devenir, su pasar entre piedras y piedras me relajaba, su murmullo me transportaba suavemente a la casa de mis padres.
Pero a medida que volvía, encontraba nuevos detalles, como las urpilitas se acercaban a sus orillas y bebían de esa continua fuente de vida. Antes no la notaba, pero es como que ellas, se hicieron amigables a mi figura y sin temor alguno empezaron aparecer o yo a descubrir, ese hermoso reino animal como por arte de magia.
Pero a medida que volvía, encontraba nuevos detalles, como las urpilitas se acercaban a sus orillas y bebían de esa continua fuente de vida. Antes no la notaba, pero es como que ellas, se hicieron amigables a mi figura y sin temor alguno empezaron aparecer o yo a descubrir, ese hermoso reino animal como por arte de magia.
Era suficiente cerrar los ojos y quedarse tan solo a la escucha de la naturaleza y ella como madre hablaba.
Bastaba con abrir despaciosamente los ojos para encontrarme con aves: palomas, que tupi, cardenales, celestinos, horneros, naranjeros, ruiseñor etc. Tan solo era todo un espectáculo ellos no me temían, estaban allí.
Entre los follajes de los árboles aparecían como unos pequeños perros con cola larga y moteada que salían vergonzosamente al atardecer, yo no los conocía.
Bastaba con abrir despaciosamente los ojos para encontrarme con aves: palomas, que tupi, cardenales, celestinos, horneros, naranjeros, ruiseñor etc. Tan solo era todo un espectáculo ellos no me temían, estaban allí.
Entre los follajes de los árboles aparecían como unos pequeños perros con cola larga y moteada que salían vergonzosamente al atardecer, yo no los conocía.
Un día en la pirgua de mi abuelo, donde se guardaba el maíz, los pollos dormían por la noche, una vez era todo un alboroto, un co co co ro co co y otro co co ro co co ensordecedor, mi abuelo se había levantado y como curioso que era, le seguía de cerca. No me había dado cuenta que El, se había levantado con la escopeta y una gran linterna.
Se dirigió a la pirgua y no encontró nada, siguió alumbrando las ramas del tala que tocaba el techo de la pirgua, AHÍ ESTABA, GUAUUUU EL PERRO DE COLA LARGAS Y MOTEADO, repentinamente sentí un estallido que me hizo sobresaltar, mi abuelo le disparo, dándose a la fuga, no se que cosa dijo el con el entrecejo fruncido, yo no me restablecía del zumbido que sentía por dentro...
Las gallinas tuvieron un rato, comentándose entre ellas lo ocurrido.
Al volver a la casa mi abuela le pregunto, ESA COMADREJA de nuevo, si contesto, y se me escapo.
Se dirigió a la pirgua y no encontró nada, siguió alumbrando las ramas del tala que tocaba el techo de la pirgua, AHÍ ESTABA, GUAUUUU EL PERRO DE COLA LARGAS Y MOTEADO, repentinamente sentí un estallido que me hizo sobresaltar, mi abuelo le disparo, dándose a la fuga, no se que cosa dijo el con el entrecejo fruncido, yo no me restablecía del zumbido que sentía por dentro...
Las gallinas tuvieron un rato, comentándose entre ellas lo ocurrido.
Al volver a la casa mi abuela le pregunto, ESA COMADREJA de nuevo, si contesto, y se me escapo.
Ahora me doy cuenta una cosa, perro petiso de colas bien largas y moteadas se le dice comadreja. Todavía no se si quieren comer el maíz o algunas gallinas.
Si señores había muchísima mazorca de maíz en esa bendita pirgua, de ahí mi abuela desgranaba: si era de choclo blanco, se lo molía ya sea para la mazamorra y/o el locro. Si era el choclo amarillo, se lo molía y después se lo pasaba por el mortero y tenía polenta y una hora de mortero o más, harina de maíz para los tamales.
Así es, maíz para acá, maíz para allá y de vez en cuando para los pollos. Se comía tanto maíz de la más variadas forma, que si nos acercábamos al fuego de la cocina, corríamos el peligro de explotar como aunca (pochoclo).-
Y no hay que dejar de lado, “el famoso choclo y batatas asadas” a la orilla del fuego, que manjar, bueno me estaba olvidado de la humilde batata, nos hinchábamos tanto que parecíamos sapo rococó.
Así es, maíz para acá, maíz para allá y de vez en cuando para los pollos. Se comía tanto maíz de la más variadas forma, que si nos acercábamos al fuego de la cocina, corríamos el peligro de explotar como aunca (pochoclo).-
Y no hay que dejar de lado, “el famoso choclo y batatas asadas” a la orilla del fuego, que manjar, bueno me estaba olvidado de la humilde batata, nos hinchábamos tanto que parecíamos sapo rococó.
Le decíamos así, por que era un sapo grande, que al tocarle el lomo, se hinchaba, mostrando una apariencia tres veces mas grande de lo que era. Mi primo toro que amaba mucho a la naturaleza, realmente tenia debilidad por ella, hacia que este pobre animal se hinchara, y como les decía, se inflama extraordinariamente, triplicando su tamaño, pero este ángel de dios, no se quedaba ahí en sus intensiones, contemplando al animal como se defendía, lo aplastaba con el talón y este explotaba, era su juego de un profundo sentido ecológico.
Bueno nosotros entre el choclo asado y las batatas parecíamos sapos rococó, mi abuela creo que se preocupaba, de que las tripas estén siempre vivas y trabajando.
Todo era un coro el sonido que llevamos encima. En la profunda oscuridad de la noche, cuando mi abuelo repartía la bendición a todos y apagaba el mechero, se sentía, después de que casi todos dormías profundamente, un gran concierto de notas en do mayor hasta un mi sostenido. Esto era una gran sinfónica, que con sus afinados instrumentos de viento, deleitaba a los oyentes (que estaban despiertos y simulando estar dormido), la obra “DOROTEA Y TRIPAS INFLADAS OPUS 3. Algunas veces había algunas fugas y era muy incomodo salir corriendo al baño, ya que estaba separado de la casa como a unos 30 metros y en la oscuridad con el mechero a cuesta.
Como les decía, el río era mágico, cuando has entrado en dialogo con el, te sentía en una perfecta unidad con todo lo que ocurría alrededor de el y dentro de el. Todo mágicamente tenia sentido, todo era vida que se extendía mas allá del horizonte, tu alma viajaba proyectándose, si seguía viajando, traspasaba el corazón de mi madre y de mi padre, y todo se volvía tan cercano que podía escucharlos y abrazarlos. Lo sentías a tu lado y sentías lo que ellos a su vez sentían.-
Bueno nosotros entre el choclo asado y las batatas parecíamos sapos rococó, mi abuela creo que se preocupaba, de que las tripas estén siempre vivas y trabajando.
Todo era un coro el sonido que llevamos encima. En la profunda oscuridad de la noche, cuando mi abuelo repartía la bendición a todos y apagaba el mechero, se sentía, después de que casi todos dormías profundamente, un gran concierto de notas en do mayor hasta un mi sostenido. Esto era una gran sinfónica, que con sus afinados instrumentos de viento, deleitaba a los oyentes (que estaban despiertos y simulando estar dormido), la obra “DOROTEA Y TRIPAS INFLADAS OPUS 3. Algunas veces había algunas fugas y era muy incomodo salir corriendo al baño, ya que estaba separado de la casa como a unos 30 metros y en la oscuridad con el mechero a cuesta.
Como les decía, el río era mágico, cuando has entrado en dialogo con el, te sentía en una perfecta unidad con todo lo que ocurría alrededor de el y dentro de el. Todo mágicamente tenia sentido, todo era vida que se extendía mas allá del horizonte, tu alma viajaba proyectándose, si seguía viajando, traspasaba el corazón de mi madre y de mi padre, y todo se volvía tan cercano que podía escucharlos y abrazarlos. Lo sentías a tu lado y sentías lo que ellos a su vez sentían.-
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