26 de marzo de 2009

HISTORIAS DE INMIGRANTES

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Escribe Adela Alvarez Faur

Los africanos en nuestro país. Muchos estudiosos han negado la presencia de gente de color, en nuestro suelo. Algunos historiadores se refirieren a ellos como “fueron muy pocos,” y en realidad no es así.

Mal que le pese a muchos, la presencia negra estuvo incorporada a nuestra sociedad, quizás no como estuvo, y está, la inmigración europea.

Los africanos provenían de distintas partes de África, algunos de Bantú, Guinea, Senegal, Angola y Cabo Verde. A veces, Buenos Aires, era para estos desdichados apenas una parada para seguir después rumbo a otros destinos. La venta de esclavos constituía el mejor negocio para aquellos que querían enriquecer rápidamente.





Solían llevarlos para venderlos a Perú o al Alto Perú donde se los hacía trabajar en las minas. Los negreros, pasaban por Tucumán y Salta, dejando muchas veces en esos lugares, buena parte de la “mercadería”.
Otra vía que tomaban era por Córdoba hacia Mendoza, y desde allí pasaban a Chile. Los precios oscilaban entre uno y otro lugar. Los lugares que salían de la ruta obligada, debían pagar mayor precio por los esclavos, ya que el flete se encarecía, y esto suscitaba enojos entre los lugareños.

Entre los años 1776 y 1810, en Buenos Aires, la tercera parte de los esclavos que allí habitaban compraron su libertad mediante un procedimiento que se le llamó la manumisión. Aquello era más accesible a mujeres y niños. Los negros que lograron esto, lo hicieron con gran sacrificio, ya que el que quería ser libre debía pagar 400 pesos, suma en la que estaba tasado. Por lo general, este dinero inalcanzable para muchos, salía del trabajo de toda una familia y de amigos del barrio que durante mucho tiempo ahorraban.




Otra forma de libertad, fue bajo la promesa de servir a su amo hasta la muerte de éste. También se liberaban casándose con mujeres libres, y si a veces esto no resultaba, por lo menos obtenían la libertad para sus futuros hijos. La unión entre negros e indias dieron
una descendencia a los que se les denominó: mulatos, morenos y pardos, también ellos podían hacerse dueños de la tan ansiada libertad.

Otras de las estrategias que usaban las mujeres esclavas, era, unirse a hombres blancos, con el propósito de tener hijos más claros de piel. También se unían sexualmente a sus amos, sabiendo de antemano que los hijos que nacieran de esa unión, estarían bajo el amparo de su dueño y a la larga llegarían a ser libres y un poco más claros que ellos.

Sin embargo, ni alcanzando la libertad los negros accederían a los mismos derechos que los blancos. No podían asistir a las mismas escuelas de los blancos, ni portar armas, ni vestirse de manera ostentosa.
Tampoco debían desempeñar cargos militares, eclesiásticos o civiles. Las mujeres no podían vestirse con sedas o encajes ni lucir joyas, o salir de noche.
Mucho tendríamos para seguir hablando sobre este apasionante tema, pero se nos acaba el tiempo y el papel.



Mi pregunta es: ¿Debemos definir a los africanos como parte de la inmigración, o simplemente como la esclavitud insertada en Argentina?... Tengo dudas sobre lo que podría responder a esta pregunta. Lo cierto es que de ellos recibimos un importante legado, como de todos aquellos de distintas lenguas y culturas que habitaron, éste, nuestro suelo argentino.