Antes... hace mucho tiempo
era un páramo desierto
esta tierra mía.
Las espinas crecían sobre los campos
sin siembras y por las noches
la luna enhebraba hilos de luces
para bordar los montes y sus penas.
Después... llegaron labriegos,
hombres de espaldas anchas,
sus frentes pobladas de siembras...
hincaron arados, con esperanza de acero,
simétricas líneas verdes se extendieron
y maduraron los frutos,
dulces poemas de la vid en sueños.
La tierra quedó de bruces
después de regalar su ofrenda
y se murió la tristeza
que prendía en sus negras ojeras
Adela Alvarez Faur
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