Por fin llego el fin de semana. Es uno de los momentos en la que uno se deja estar placenteramente, sentir la ausencia de esa locura vertiginosa del mundo de los negocios, laboral y del consumo de la semana.
Es como un desenchufarse, estar desconectado, muerto al mundo del neg-ocio.
Dejarse estar en el jardín, la ausencia de ruidos, sentir esa brisa fresca acompañado del ser amado, más que momentos es una experiencia existencial que rosa con lo religioso o es un acto religioso profundamente existencia y humano.
Todo empieza para mí el viernes a la noche, uno llega a la casa y al sentarme a la mesa, uno suspira profundamente y da gracias a dios, con una perfecta contemplación de que mañana, me voy a despertar cuando mis ojos se hayan cicatrizado o cuando se me haya abierto la mollera de tanto dormir.
En ese acto, como si estuviese contemplando la caída del muro de Berlín, cae el muro de la opresión y alineación con la rutina, el stress y la locura diaria.
Al otro dia sin sentido de tiempo y lugar, mis ojos lucha por abrir mis pesados parpados, mi cuerpo cansado de estar relajado y el mismo se de cuenta que no es normal, remolonamente y pesadamente empieza articular las piernas y decide valientemente vencer la gravedad, pide estar de pie.
Una vez logrado estas acciones, voy viendo como mi pie izquierdo le pide permiso al derecho para caminar, preparo el mate y el agua a la temperatura justa para no quemar la yerba.
Preparo todo, las galletas, la mermelada, lo que a mi mujer le gusta leer, lo que a mi me gusta, una vez cuando todo esta listo, le llevo un mate cebado, para ayudarle a vencer la modorra y liberarla de la almohada.
Satisfecho por preparar el suculento manjar a una reina, la mañana que se manifiesta: entre una brisa fresca, el trinar de los pájaros, un sol atrevido que ya empieza a atemorizar con su presencia, empieza la lectura y los mates.
El tiempo, bueno, el tiempo creo que no lo tuvimos en cuenta, lo que importa es el momento para estar con uno mismo; no se en que soplo se escapo de nuestras vidas, las manecillas del reloj.
El tiempo murió y con gritos desgarrador, atormentados lo llevan para resucitarlo y honrarlo, aquellos súbditos que lo honran en la locura del devenir.
Cronos esta ausente, Mi esposa y Yo estamos en otra cosa, Son los momentos mas mágicos de la vida cuando uno da muerte al dios cronos.
Es ahí, por contraposición de experiencia, en donde tomo conciencia del fluir vertiginoso de la semana.
Es que se crea tantas necesidades, paralelas a la vida misma, con una constante influencia de los medios de comunicación invitándolo a salir de lo cotidiano, enajenando y matando al hombre como “Ser en el mundo”, aquel que lucha, para lograr todo lo necesario para vivir.
Muerto este, resucita dentro de un mundo, que al que le fue creado y la fuerza que mueve, no es suya, sino necesidades hechas para consumir, dirigido por grandes intereses económicos, intereses creados por el sistema y el interés es que se consuma, detrás de cada consumo hay una promesa de paraíso, de gozo.
El hombre, al que se le había prometido ganar un paraíso en su primer mundo, ahora tiene miles de paraísos siempre y cuando y en tanto, pueda consumir.
Y si no se tiene la posibilidad para ganar esos paraísos, bueno, viene la angustia de no estar dentro de ese sistema que ofrece el gozo de ser una persona única y diferente. Por que nos sentimos diferentes al resto y a su vez unido a otros diferentes, gozamos de esa corriente de status quo para ser feliz.
Es tan importante para la vida el IPOD, el IFON, los celulares con GPS, las comunidades en la Web, los juegos iterativos en la que en esta comunidad, entramos a sociabilizar con distintas etnias de distintos lugares del planeta.
Los que no pueden estar en el sistema, están sacados, aislados, incomprendidos, iracundos, que se revelan por ser arrojado a esta nada, la frustración de no poder alcanzar los medios para ser diferente, donde sufre el vacío existencial, la frustración que lo lleva por distintas opciones, en alguno de los casos, la adicción.
El hombre es sacado, arrojado de su segundo paraíso, sin comprender, sin verse culpable. El mismo crea un cielo y crea un infierno, un paraíso y un destierro al mundo real. Eso es lo gracioso, que la existencia misma ya no es aceptada. Se la acepta si es que esta inserto en el sistema da lo fatuo, de lo efímero, un mundo creado, que el hizo para si, anexo, al lado, con una barrera sutil al que es difícil darse cuenta.
Desde los gustos de comida, nuevo estilo de dialogo, donde se establece lo impersonal, nuevas forma de lenguas abreviadas en las comunicaciones (Chat, celulares, grupos Web etc.).
Ciudades, granjas, espionajes, guerras, todo en un mundo paralelo, en la que el hombre se siente inserto y desde el trabajo y en su casa sigue dentro de esta realidad virtual, en la que tienen nuevos amigos, nuevos trabajos online, nuevos compañeros, nuevos negocios, amantes, novios, hasta se casan online con la cámara Web y la famosa video conferencia.
Si el hombre no aprendió a conocerse así mismo, no aprendió a conocer el mundo circundante, su lugar en el, su ser y su hábitat y la relación con este, ESTA LLAMADO A LA SOLEDAD.
Sin tener los pies en la tierra, ahora viaja a un mundo virtual, en la que no hay limites, ahí las reglas y los limites no son los mismo, si bien cada uno ingresa a este universo con su estructura psicología que adquirió en el seno de una familia, otro en un grupo mas ampliado, pero al estar en este universo en la que no existe a ciencia cierta un patrón de conducta definida, los limites son mas Light, provocando una especie de liberación a la hora de expresarse .