Pero la más vital, nos hace sentir que estamos tocando fondo, como es el comer, es la que nos lleva a matar el orgullo en muchos casos y otros nos lleva a la valoracion entre la vida de un ser amado y la nuestra, en determinada situaciones limite. Por que la vida, siempre es más fuerte que la imagen que nosotros tenemos de uno mismo.
Pero considero que el error es quedarse tan solo con esa imagen, nos anquilosamos, con nosotros y nos quedamos quieto con lo que somos, con lo que tenemos.
Pero no nos damos cuenta que la vida es cambio, si la vida es cambio, nada permanece. Ya que hemos fragmentado la eternidad en tiempo y le pusimos medida, también medimos el paso de las cosas. Pasado presente y futuro. Niño, joven, persona mayores y ancianos. Nuevo y viejo. Alegría y felicidad. Luz y Oscuridad. Bueno y malo. Virtud y pecado. Pero la vida es una, que fluye, que es energía, luz, la vida es simple, es sencilla y la complicamos cotidianamente.
Quizás sea muy reiterativo con este esquema de pensamiento, pero veo a tantas personas y uno mismo que nos quedamos con la tentación de ver siempre para atrás, comparar sensaciones nuevas, con sensaciones viejas y esto lo vemos cuando decimos “No mira la comida que hizo mi Madre es mas rica que la tu haces”
Si, mi imagen interior la tenia que cambiar, ya no era el Francisco que tenía una posición económica determinada, el círculo de las ayudas se va cerrando con el tiempo y lo únicos que me quedaba como siempre es la familia y unos amigos.
Caminando con mi carpeta bajo el brazo y el diario del domingo, donde salen los avisos clasificados, con las marcas de las ofertas laborales que a mi me interesaba, me acerque al bar de un amigo, solicite que me aguantara con un desayuno, me senté y mientras desayunaba lentamente como deseando extender las sensaciones de una rica factura, vi como una madre iba caminando muy de prisa y a una determinada distancia le seguía su hijito de 5 años.
El pequeñín ya cansado, no podía ir a la misma velocidad que la madre por más que sus piernitas lo desearan, pero veía que su mama se alejaba más y más.
No se si sintiendo, esta madre, la ausencia de su hijo, el hecho que miro hacia atrás y su hijo no estaba a primera vista. Tuvo que volver un trecho de lo caminado, y encontrándolo el niño sonrió, pero a esta sonrisa en la que expresaba la alegría del encuentro, la madre encesto una bofetada. Con una rezo “te dije que no te separes de mi”
Lo que vi, es que esta mujer, también un día fue niña, también fue maltratada. El maltrato es el enojo por tanta violencia recibida. Pienso muchas veces, que cuando algo no tolero en mis hijos, es por que me enseñaron intolerancia, pero como mi madre es una imagen tan fuerte en nosotros, no queremos transgredir por miedo al castigo, preferimos ser de nuevo nuestro familiar y cercano agresor somos mama y/o papa agrediendo a nuestros hijos.
Como no nos hemos reconciliado con el pasado, proyectamos esa ira, ese enojo en nuestros hijos, en los seres queridos. No sacamos esa foto, esa imagen del pasado la proyectamos y nos ponemos histéricos e históricos con nuestras emociones.
Agarrándole fuertemente la mano, la madre llevo a su hijo a su lado, más que caminar el niño flameaba, el niño no era tan solo su hijo, mas bien era el símbolo de su pertenencia.
La realidad cotidiana a la cual tanto nos quejamos, no va a cambiar si nosotros no nos educamos, si nosotros no aprendemos a reconciliarnos con nosotros mismos y aceptar los cambios de la vida. La vida es hermosa y mágica, es una continua lección de amor, más aun cuando la necesidad básica se muestra tan esquiva.-