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7 de octubre de 2008

DOROTEA LA PISTOLERA

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Después que los animales estuvieron en el corral, mi abuela ya había sacado la leche para el consumo diario, había que llevarlo de nuevo al cerco. Este, es una parcela de tierra a orilla del rió, con abundante vegetación, pastura tierna; rodeado de un exuberante y frondoso bosque, como si las hadas y seres espirituales tomaban vida en él. Mi abuelo, en sus cuentos, nos contaba sus experiencias que tuvo en el mismo, al que le prestábamos con singular atención, como si fuese un afilado y sagaz orador.-

Él nos decía, que el lugar era mágico, siempre el se sentaba debajo de una tipa enorme, donde su follaje parecía unido al cielo y cantaba al compás de la brisa. El creía que las hadas, los Ángeles y las almas, utilizan el viento suave y las copas de los árboles para poder hablar.

Una vez se quedo no dormitando, es decir, en ese estado intermedio en la que el cuerpo se relaja totalmente, siempre solía escuchar una vos suave que salía del follaje de la tipa, la misma era parecida a la de su madre, algunas veces sentía al de su abuelo. En los momentos difíciles él solía ir ahí, para tomar decisiones. En fin, pero con musas o sin musas, con voces del más allá o no, teníamos que ir con mi primo Toro, y nos adentrábamos en la espesura de la vegetación del lugar.

En lo alto del terreno, ya estando en el centro de la parcela, había un hermoso y pequeño valle, donde había un profundo silencio y lo único que se escuchaba es el corazón de la misma naturaleza. Esto me provocaba una sensación de paz. Desde entonces no recuerdo haber vivenciado algo parecido.
Me sentaba debajo de un tala, para sentir la brisa en las copas de los árboles. Parecía que mis pies se transformaba en raíces y formaba parte del lugar, todo mi ser se anclaba y se resistía en volver. Era parte del entorno y sentía que todo era uno. Toda la piel de mi cuerpo se estremecía, como quien dice, se me ponia la piel de gallina, tenia la sensación de que estaba ante algo superior o algo a lo que hay que respetar y también acogedor.

Al lado del río estaba la parcela de tierra de “los guanqueros”, no es que había nido de guanqueros (se le dice al escarabajo o coleóptero color negro). Le dicen guanqueros (coleóptero color negro), por que hacen una bola con el guano del caballo o vaca y lo llevan rodando hacia su nido.


A los primos de mi abuelo no sé por que le decían guanqueros. Bueno no puedo hacer comparaciones, creería por que eran negritos, cascarudos y sucios, pero seria denigrarlos, no me pidan que haga estas comparaciones, sigamos. Como decía, estas tierras años anteriores a mi estancia, estaban separadas por mojones, estos se hacían parvas de ramas de los árboles hasta una determinada altura indicando lo que pertenecía a cada uno.-.
Pero siempre la tecnología llega, años después alambraron todo desde el chiquero hasta el horno por las dudas, era toda una novedad este sistema de alambres.

Como mi abuelo tenía una cierta rivalidad con sus primos hermanos, ya que estos corrían los mojones de la orilla del río a favor de ellos y en detrimento de mi abuelo, con la intención de apropiarse de la tierra del mismo. Algunas veces pasaba el tiempo que vigilaba con la escopeta y tiraba tiros al aire para amedentrar a los guanqueros. Si señores eran bichos duros de dominar.

Amen de estar renegando con un miembro de la familia, ocasionaba el trabajo de volver a medir y volver los mojones a los lugares originarios, con el tedio y malos momentos que todo esto ocasionaba. Mi Abuela que parecía un remanso de agua, ya cansada de toda esta historia, se dirigió a la casa de los guanqueros y llamándole le dijo: “Mira Paulino, ya soy demasiada vieja como para estar lidiando con estas cosas, si quieres algo para vos que sea con tu sudor y no con pijotería, te lo advierto deja de estar moviendo los mojones del río, por favor no me moleste que ya estoy cansada”, y este como era mujer, y no era pollerudo para que una falda lo ponga al galope, no le hizo caso.

En esos momentos, la mujer dentro de la unidad familiar no sé la tenia en cuenta, tan solo servia para las cosas hogareñas, como el servir a su esposo y luego a sus hijos. Mi abuela, me acuerdo servia primero la comida a mi abuelo, después a sus hijos y luego a sus nietos y luego cuando ya no había mas que servir, recién se sentaba ella a comer.

Esa noche, el primo de mi abuelo corrió el mojón a su favor, como burlándose de nuevo, haciendo ver ante los vecinos que él era lo suficientemente hombre. No iba a permitir que ninguna mujer se metiera en cosas de hombre, y menos que lo venga a querer poner en vereda, al fin y al cabo el era un hombre con los pantalones bien puestos.



Mi abuela, viendo lo ocurrido suspiro diciendo este cristiano no le cabe dos huevos hervidos en el cubo(se entiende, es geometría campo adentro), y con toda la paciencia mando a ponerlo de nuevo a su lugar, y fue temprano a la casa del guanquero. Llevando consigo la pistola de mi abuelo. Lo llamo y viéndole a una determinada distancia, este como no aceptando el reto, que una mujer lo amenazara de tal forma, empezó a caminar hacia donde estaba mi Ella, con la intención de intimidarle, arrebatarle la pistola. Mi abuela rápidamente como buena conocedora del arma, le disparo dándole a centímetro del pies, como este era ignorante de la destreza de mi abuela(pistolera la vieja), siguió caminando y ella ni lerda ni perezosa tiro de nuevo y por un acto de misericordia le dio en la rodilla.



Se queda el cuchi helado ante el momento de la faena, con una sensación difícil de discernir, era dolor, miedo, vergüenza e impotencia y con una risotada de los vecinos circundantes.

Ya tirando en el suelo este pobre cristiano balaba como cabra loca en medio del monte. Mi abuela mirándole a los ojos, se le acerco a su lado con la pistola en la mano, le dijo: “la próxima tus hijos te va a rezar en el cementerio, pobre infeliz”, santo remedio, los mojones del río nunca mas se corrieron, hasta que alambraron, la policía nunca vino, y todo queda como una anécdota para contar en las noches alrededor del fogón
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4 de octubre de 2008

DOROTEA Y LO COTIDIANO

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Cuando por primera vez fui al río, tan solo mi atención se centraba en el mismo, me cautivaba su continuo devenir, su pasar entre piedras y piedras me relajaba, su murmullo me transportaba suavemente a la casa de mis padres.

Pero a medida que volvía, encontraba nuevos detalles, como las urpilitas se acercaban a sus orillas y bebían de esa continua fuente de vida. Antes no la notaba, pero es como que ellas, se hicieron amigables a mi figura y sin temor alguno empezaron aparecer o yo a descubrir, ese hermoso reino animal como por arte de magia.



Era suficiente cerrar los ojos y quedarse tan solo a la escucha de la naturaleza y ella como madre hablaba.

Bastaba con abrir despaciosamente los ojos para encontrarme con aves: palomas, que tupi, cardenales, celestinos, horneros, naranjeros, ruiseñor etc. Tan solo era todo un espectáculo ellos no me temían, estaban allí.
Entre los follajes de los árboles aparecían como unos pequeños perros con cola larga y moteada que salían vergonzosamente al atardecer, yo no los conocía.




Un día en la pirgua de mi abuelo, donde se guardaba el maíz, los pollos dormían por la noche, una vez era todo un alboroto, un co co co ro co co y otro co co ro co co ensordecedor, mi abuelo se había levantado y como curioso que era, le seguía de cerca. No me había dado cuenta que El, se había levantado con la escopeta y una gran linterna.
Se dirigió a la pirgua y no encontró nada, siguió alumbrando las ramas del tala que tocaba el techo de la pirgua, AHÍ ESTABA, GUAUUUU EL PERRO DE COLA LARGAS Y MOTEADO, repentinamente sentí un estallido que me hizo sobresaltar, mi abuelo le disparo, dándose a la fuga, no se que cosa dijo el con el entrecejo fruncido, yo no me restablecía del zumbido que sentía por dentro...
Las gallinas tuvieron un rato, comentándose entre ellas lo ocurrido.
Al volver a la casa mi abuela le pregunto, ESA COMADREJA de nuevo, si contesto, y se me escapo.


Ahora me doy cuenta una cosa, perro petiso de colas bien largas y moteadas se le dice comadreja. Todavía no se si quieren comer el maíz o algunas gallinas.





Si señores había muchísima mazorca de maíz en esa bendita pirgua, de ahí mi abuela desgranaba: si era de choclo blanco, se lo molía ya sea para la mazamorra y/o el locro. Si era el choclo amarillo, se lo molía y después se lo pasaba por el mortero y tenía polenta y una hora de mortero o más, harina de maíz para los tamales.
Así es, maíz para acá, maíz para allá y de vez en cuando para los pollos. Se comía tanto maíz de la más variadas forma, que si nos acercábamos al fuego de la cocina, corríamos el peligro de explotar como aunca (pochoclo).-

Y no hay que dejar de lado, “el famoso choclo y batatas asadas” a la orilla del fuego, que manjar, bueno me estaba olvidado de la humilde batata, nos hinchábamos tanto que parecíamos sapo rococó.





Le decíamos así, por que era un sapo grande, que al tocarle el lomo, se hinchaba, mostrando una apariencia tres veces mas grande de lo que era. Mi primo toro que amaba mucho a la naturaleza, realmente tenia debilidad por ella, hacia que este pobre animal se hinchara, y como les decía, se inflama extraordinariamente, triplicando su tamaño, pero este ángel de dios, no se quedaba ahí en sus intensiones, contemplando al animal como se defendía, lo aplastaba con el talón y este explotaba, era su juego de un profundo sentido ecológico.

Bueno nosotros entre el choclo asado y las batatas parecíamos sapos rococó, mi abuela creo que se preocupaba, de que las tripas estén siempre vivas y trabajando.

Todo era un coro el sonido que llevamos encima. En la profunda oscuridad de la noche, cuando mi abuelo repartía la bendición a todos y apagaba el mechero, se sentía, después de que casi todos dormías profundamente, un gran concierto de notas en do mayor hasta un mi sostenido. Esto era una gran sinfónica, que con sus afinados instrumentos de viento, deleitaba a los oyentes (que estaban despiertos y simulando estar dormido), la obra “DOROTEA Y TRIPAS INFLADAS OPUS 3. Algunas veces había algunas fugas y era muy incomodo salir corriendo al baño, ya que estaba separado de la casa como a unos 30 metros y en la oscuridad con el mechero a cuesta.

Como les decía, el río era mágico, cuando has entrado en dialogo con el, te sentía en una perfecta unidad con todo lo que ocurría alrededor de el y dentro de el. Todo mágicamente tenia sentido, todo era vida que se extendía mas allá del horizonte, tu alma viajaba proyectándose, si seguía viajando, traspasaba el corazón de mi madre y de mi padre, y todo se volvía tan cercano que podía escucharlos y abrazarlos. Lo sentías a tu lado y sentías lo que ellos a su vez sentían.-



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3 de octubre de 2008

DOROTEA

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Mi abuela Dorotea (Doro-delante y teo – dios) tenia 63 años cuando estuve en el Timbo Nuevo (en lengua hispana TIMBO significa Armadillo), había dado a luz 14 hijos de los cuales la vida le dejó cinco para que sigan caminando a la par de su existencia.



Ya se había desvanecido dos años desde que mis tíos de Pule y Mecho, pasaron del mundo de los sentidos, al mundo del Ser. Con tantos hijos que partieron, uno por uno dejaron en su corazón una sonrisa, unos labios llenos que decían: “mama”, unos brazos que envolvía su vida, cual hilado que iba y venían de corazón a corazón, transparente e invisible de ser a ser, unidad metafísica que tan solo las madres pueden experimentar y puede tejer esa hermosa trama del fino y único amor.-



Tenia una mirada con una aterciopelada dureza, como soldado que viene de una guerra, en la que se le robo los grandes ideales que daba sentido a su lucha.
La miraba a hurtadillas, sin que ella se dé cuenta, cuando se quedaba contemplando en ese vació, cuando toda la naturaleza hacia silencio para el dialogo interno, momento en donde sus hijos la visitaban, pero cuando me acercaba a pedirle mazamorra me servía con una mirada cristalina, como si su ser estuviera en otro lugar, acompañada de una dulce y simple sonrisa. Me quedaba a la par de ella gozando de ese silencio.

Era una mujer que por más duro que fuese los golpes, no se doblegaba. Cuando la siembra no daba resultado, ella no hacia mucho problema, no se desesperaba. Como prudente que era, tenia a su cargo la cría de pollos, cerdos, pavos y dos vacas, un buey y un toro.
Lo divertido era pillar los pollos. Estos eran destinados para el almacén de Tufì, en donde se los cambiaba por mercadería. Tufì este era un viejo de ascendencia árabe que como los de su raza llevaban en su sangre su vocación de comerciante.

Sabía muy bien, que a sus hijos no les tenía que faltar el pan de cada día. Siempre decía, Benito, si tu te muere, nosotros vamos a seguir viviendo y comiendo, por que la vida sigue y no se para. Mi abuelo con una resignada mirada, aceptaba, por que la vida es así, no hay mejor luz y contundencia que la verdad que viene del ser amado.




Lo gracioso que muy temprano ya tenia en un balde los maíces destinados para la alimentar a los pollos y los llamaban: PIO PIO PIU PIU PIUUUU y a la voz de quien los alimenta, estos respondían como un ejercito que se prepara para la gran batalla. Ahí estaban alrededor de mi Abuela, desparramaba el alimento y con mucha sutileza se acercaba y atrapaba a los pollos que ella necesitaba.

En cambio nosotros, cuando ella nos mandaba, armábamos tales desparramos que incentivábamos a los perros y estos en vez de atrapar lastimaban a las aves. Ahí, sé hacia sentir “CHANGUITOS DE MIERDAS ATRAPEN BIEN A LOS POLLOS, QUE LES ESTOY DICIENDO”, nosotros calladitos retomábamos estos quehaceres.-
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2 de septiembre de 2008

LAS DIEZ DE LA MAÑANA

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Eran las diez de la mañana, el sol derrochaba todas sus bondades en este verano, que se mostraba con un cielo celeste, diáfano, no existía polvillo en el ambiente y como para amainar el tórrido calor, la vida nos regalaba una brisa suave que refrescaba el cotidiano vivir.



El fresco desayuno al pie de la vaca ya había quedado atrás, mi abuela ya tenia lo que la sabia naturaleza le dio temprano. La leche de todos los días y el calostro, para la cuajada con miel de caña. Ya estaba cargada la olla de hierro con el maíz y agua e hirviendo a fuego lento. El ambiente en la cocina era caldeado, pero el aroma que recorría libremente por su alrededores, se dejaba percibir y ponía al tanto a los sentidos que sacaba de su letargo a mi imaginación, un plato generoso de mazamorra con leche.



Había que llevar los animales al cerco, ya dieron lo suyo. Toro, astutamente tomo el caballo moro, al que sentado se sentía un hidalgo, su semblante cambiaba y su mirada se agudizaba como un águila en búsqueda de su presa. A mi me dejaron una mula medio osca y como no era diestro para esos menesteres subí cerca del anca, como era mañosa y le gustaba morder los tobillo en un ágil movimiento circular que sorprendía.



Mi primo (Toro) haciéndose el distraído, o como quien tomo distancia de nosotros, con su machete corto una rama y luego de deshojarla, la transformo en una delgada vara. Como mi vehículo era perezoso, se quedaba un poco relegado respecto al resto de la comitiva.



El se tomo el tiempo, se bajo del moro como simulando acomodar el pellón con la silla, me dejo pasar adelante y sigilosamente como gato del monte que acecha a su presa, pego un latigazo con la fina vara en la nalga del animal, el remedio no tuvo su efecto, ya que esta, en vez de caminar mas rápido, empezó a corcovear locamente, y yo sin la destreza de un buen gaucho, salí despedido, como decía mi abuela: "mas rápido que moco y pavo". Quiero aclarar que hasta el día de hoy, nunca vi un pavo resfriado y para el colmo que estornude. Lo que si se que cuando los perros estaban en la cocina y olisqueaba la olla de comida, ni lerda ni perezosa mi abuela le tiraba en el lomo del animal un poco del caldo hirviendo. Gritándole "perro mañoso ya cuando sienta este olorcito te vas acordar y vas a tener miedo". A decir verdad todos nos quedábamos quieto por la dudas, pero al pichicho no se le veía las patitas de tanto correr.



Como decía, fui lanzado por esta mula loca, mas rápido que perro quemado con agua hervida. Cai con toda mis asentaderas en el tierra pedregosa.



Me quede quieto, tan solo quería respirar y que mi fuerte dolor de espalda pasara, Toro y mis otros primos no paraban de reírse. Los accidentes como estos no tenia dramatismo, en el campo era normal y un elemento mas para contar cuento y experiencia en el fogón de la cocina.

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1 de septiembre de 2008

EL NIÑO

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EL NIÑO SERENO ESTA
A LA ORILLA DEL RIÓ
EL AGUA ENTRE PIEDRA SALTANDO VA
ALEGRE CON SU CANTO DA,
PAZ, ENCANTO Y ABRIGO
SUS RECUERDOS MATO EL TIEMPO,
EL PASADO SE HIZO PRESENTE,
AFLORARON LOS SENTIMIENTOS,
TODO COMO UN HAZ DE LUZ,
SU REFUGIO HECHO COBIJO
TODO DE REPENTE
A TRAVÉS DEL HILO MÁGICO DEL AMOR
BUSCO EN EL ROSTRO DE SU MADRE
EL ANTIGUO ESPLENDOR,
DE ESAS MIRADA DULCE,
QUE LO ALIMENTABA,
TAMBIÉN TENIA SABOR
ENTRE EL CANTO DEL RIÓ
EL CANTO DE UN ARRO RROO
ARRO RRO MI NIÑO
ARRO RRO MI SON,
EL RIÓ TE TRAE CONMIGO
Y YO A TI ME DOY.



El río Calera, de la entrada a la propiedad de mis abuelos materno, se encontraba al este y corría de norte a sur. No era muy caudaloso, pero el hecho de ir a pescar con mi hermano Carlos y mis primos era toda una aventura. Su caudal de agua no era grande, pero suficiente como para sentir su canto mientras saltaba de piedra en piedra. Su sonido me daba paz, y mi mente viajaba hacia mis Padres."



Vinimos a la casa de mi abuela, por que momentáneamente ellos no podían tenernos. Mi padre, iba ser operado ya que padecía de una ulcera al estomago y mi madre tenia que cuidarlo en el hospital. Tan solo mi hermana tuvo suerte de quedarse con ello. Si bien, la vida en el campo nos tenía ocupado de aventura en aventura, cuando mi alma sentía un remanso, al escuchar en canto del río, estar en sus orillas contemplando ese devenir constante, mi corazón y mi pensamiento se echaban a volar para viajar lejos hasta ellos.
El nombre del rió, se debía, a que en su lecho había piedras de cal y seis kilómetros arriba había una cantera o mina donde se explotaba o sacaban dichas piedra."



Cuando las cosechas no eran buenas, mi abuelo iba a ella y compraba y producía cal para vender. Pero algunas veces ni dinero había y mi abuelo como no se dejaba llevar por delante con las situaciones adversas, nos mandaba a nosotros a traer piedras, como si fuera una tropa de asalto. Íbamos al rió en una vieja y crujiente carreta, como la de los colonizadores, movida por un lento y perezoso buey de cuernos largos. Siempre rumiando y con unos hilos de salivas que caían desde sus mandíbulas."



Al llegar de esa cansadora pero siempre divertida faena, se bajaban las piedras de la carreta y se la alojaba en un pozo, ordenadamente haciendo una pila sobre unas vigas de maderas entrecruzadas. Debajo de estas, había un habitáculo, un poco mas pequeño donde había un montículo de leña seca donde se la prendía y se formaba una gran hoguera donde en fuego abrasador queriendo escapar entre las piedra produciendo un sonido rugiente. Mi abuela, que siempre de cosas concretas sacaba su enseñanzas de moral, nos decía: "vean chicos como se queja el fuego, bueno, aquel que se porte mal y no reza de noche, así van a gritar en el infierno""



Con el inmenso calor, Las piedras al fundirse o cocinarse, se transformaban en cal viva, que luego se la embolsaba y se la vendía a las ferretería o corralón donde se comercializaba materiales para la construcción."



Cuando era niño, este rió tenia un poder mágico, me llevaba al corazón de la misma naturaleza. Ahora es sinónimo de la vida, (ahora comprendo a Tales de Mileto cuando decía, que el elemento constitutivo de la naturaleza es el agua), con un continuo movimiento constante. Nunca se puede vivir la misma experiencia de vida de la misma forma. En este río hay piedras como son los problemas que al vivirlo, lo superamos o algunas que son grandes lo redondeamos y seguimos viviendo, nada nos detiene. La vida es tan plástica, que rodea, cubre mide y acepta el tamaño de la dificultades, goza y acepta cada tramo que pasa, no se detiene para mirar el terreno recorrido. Siempre entregándose y calmando la sed de la tierra, humedeciendo haciéndola fértil.



Y como este río, que se sacaba piedras en los momento difícil para transformarla en cal. Que actitud tomamos ante nuestros problemas (piedras), nos quedamos quejando o lo transformamos en algo positivo. Nos quedamos estancados o al aceptarlo lo superamos.



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31 de agosto de 2008

UN CAMBIO DE MUNDO

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Ya había pasado muchos vientos sondas por mi vida desde que estuve aquí por ultima vez. Este rió tan antiguo como la tierra misma no me volvió a ver, desde mis seis años, antes de volver a la casa de mis padres... disfrute de su compañía. En ese momento recordaba los dos años que pase en la casa de mis abuelos maternos, Benito y Dorotea.

La primera vez que llegue al campo, tenía cuatro años y como mis padres eran de pocos recursos económicos tuvimos que ir con mi hermano Carlos. Todo era nuevo, eran un viaje a lo desconocido, si bien eran mis abuelos nunca habíamos tenido un relación fluida. Llegamos y mis primos de diversas edades, nos miraban como sapo de otro pozo. Quizás, como nos decían, ahí están los gringos, olíamos distintos. Para nuestros asombro también ellos. En fin, éramos en apariencia iguales pero distintos.

Tomamos mayor confianza con mi primo al que le apodaban Toro, porque a su corta edad era más robusto que sus hermanos. De ojos saltones y de una sonrisa familiar hacia que se acortara toda clase de distancia existencial. Esa distancia que en muchos casos nos ocasiona ansiedad por querer ser iguales a otros o para que esos otros nos aceptaran. Esta familiaridad reconozco que fue creciendo de a poco. Como gota de agua que cae sin cansancio sobre una roca hasta oradarla y partirla en dos; así fue la amistad de toro y nosotros, llego un momento que rompió toda división existencial. Todo se dio sin darnos cuentas. Todo empezó una mañana que nos invito al cerco donde las vacas y los caballos de mis abuelos pastaban. Debajo de cada arbusto había puesto varias trampas para pájaros. Al principios el fabulaba y, nosotros inocentes pueblerinos, atendíamos con sorprendente atención.


"Nos decía que con ellas, atrapabas feroces pumas y algunas veces víboras que eran capaz de comer una yegua”…


…y como el lograba enjaular a esas bestias y con mi tío Antonio vendían en el mercado de la ciudad.


Por un tiempo me preguntaba, ¿para que la gente de la ciudad querría víboras y pumas? En fin todo esto se fue desvaneciendo al conocer más los desvaríos de Toro. Lo cierto es que a veces solía atrapar Cardenales, Quetupies, Canarios, Gorriones, Celestinos, Naranjeros etc. y llevarlos a una gran jaula donde había aves de todo tamaño y colores.


Al volver a la casa de mi abuela solíamos traer a las vacas y un toro viejo al corral. Ahí mi abuela, le pedía a mi tío Tito que maniatara los pies de las vacas que habían tenido cría. Traían a los terneros y para que el animal soltara la leche, hacia que el ternero mame un poquito para luego sacarle la leche. Algunas veces cuando el ternero se disparaba venia Toro y mamaba en el lugar de la cría, todo para el era un juego. A nosotros nos daba asco. Guacala me decía yo nunca haría eso.


Una de las vacas había tenido recién al ternero, esa primera leche mi abuela le llamaba calostro, decía que era buena para los chicos que tenían tos, y con ella hacia quesillo.
Todavía al cerrar los ojos siento el sabor y el aroma de la leche que se tomaba al pie de la vaca. Todo el hocico quedaba blanco, ya que era una leche espesa.

Así transcurrían nuestros días, sin tomar respiro. Me acuerdo que a los meses que llegamos, mi tío Tito nos corto el pelo, tan solo nos había dejado unos ralos flequillos en la frente, por mas que nos quejábamos, nos consolaba que todos nosotros estábamos en la misma circunstancia. ¡Tan sólo un flequillo en la frente! que mis primos nos tranquilizaba, ley pareja no es rigurosa.
Al anochecer nos reunía el fogón de la cocina, en los primeros días era impenetrable, el humos denso de los leños algunos verdes nos corría afuera.


Realmente nos distinguíamos del resto, hasta que nos hicimos unos mas de ellos. El olor a humo que solíamos tener antes de ir a dormir nos identificaba.


Mi abuelo algunas veces nos contaba unos cuentos de miedo de lugareños que se metían dentro del bosque para cortar madera para hacer su rancho. Contaba El, que cuando se interponía un alma mala delante de su caballo en la mitad de la noche, no lo dejaba avanzar. El bajaba del mismo y con un puñal que tenia siempre en la cintura, cuya empuñadura tenia forma de cruz, hacia una amenaza con el hacia adelante, en el nombre del padre, el hijo y el espíritu santo, gritándole “ALMA EN PENA, SAL DE ESTE LUGAR”, después mientras rezaba, hacia como si cortase algo entre medios de las patas de su caballo, y repetía la misma formula. Recién el animal se tranquilizaba en la medida que se notaba un viento que se alejaba moviendo las copas de los arbustos. Mi abuelo, subía a su caballo y seguía su camino.


Eran divertidas las noches de fogón, tan lleno de magia que hechizaba el momento. De esos entonces no volví a experimentar tanta inocencia y pureza mientras veíamos como la noche se hacia presente a la luz de las estrellas.


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