Cuando era pequeño, tuve que vivir en la casa de mi abuela materna, se llamaba Dorotea, ya que a mi padre se le practicó una cirugía en el estomago a raiz de una ulcera que padecia, y como la operaciones de esa índole, en los años 60 eran muy delicada, significaba varios meses de convalecencia.
Mi madre, tenía que ir al hospital para cuidarlo todo el día y nosotros no podíamos quedar desprotegido en casa. Así que mi hermano Carlos y Yo fuimos a parar al cuidado de mi abuela.
Los días pasaban y nosotros nos estábamos ya acostumbrándonos al nuevo estilo de vida, pero lo que me atormentaba, al pasar el tiempo, sentía que mi cabeza no daba mas de picazón y ardor, en el cuero cabelludo, acercándome a mi Tío, me examino y me dijo “chango tenes cría”, Yo por supuesto no sabia de lo que se trataba.
Con suma paciencia, me hizo sentar en una silla, con la cabeza mirando al cielo, embebiendola de kerosén y luego me ato un pañuelo a la cabeza. Con voz firme me dijo “bueno anda jugar un rato y luego seguimos”. Con el pasar de los minutos se me paso todo el escozor.
Al atardecer, terminada la jornada de labranzas, con una tijera me corto al ras el pelo, vi luego como bichitos caían al piso, “todavía vive este bicho” y luego con una vieja maquina de afeitar me rasuro todo el cuero cabelludo, pero dejándome un flequillo que hacia el hazme reír de mis otros primos.
Reconozco que nunca sentí tanta vergüenza, pero si lo que recuerdo la palabras de mi abuela, “eso te pasa por que tu mama no te corto el pelo antes de venir, para que no te llenes de piojo tienes que tener el cabello cortito y lavarte la cabeza”, ya en grande siento la sensación de que las personas limpias tienen cabellos cortos.
Así, como esta experiencia humana me marco desde pequeño, otras tantas ya sea de orden familiar, religiosa, cultural, nos va condicionando a que continuamente tengamos que dar respuesta al medio en que vivimos.
Tenia un amigo, que se enamoro de una señorita que era de la religión Evangélica, pero esta relación iba contra la creencia religiosa de su familia que era católica apostólica romana. Había tanta lucha en su corazón, ya que sentía el gran amor por esta mujer y la lucha que le ocacionaba la ley impuesta por la religión, hasta sentía fuertes cargos de conciencia. Para el era casi pecado o una relación pecaminosa, el simple hecho de amar. Después era la presión de los padres, “hay muchas mujeres en la parroquia y te venís a enamorar con esta evangelista”
Creo que el amor es ciego, sordo y distraido. Cuando te atraviesa el corazón, no hay explicaciones razonables, tan solo el corazón se doblega y hace reverencia al ser amado.
Es increíble ver como las estructuras impuestas en la familia, la religión, patrones culturales y sociales. (Para que hablar de las tribus urbanas), condiciona la conducta humana y obstruyen el camino hacia la paz del corazón.
Cuan importante para vivir en armonía tener una mente abierta, sin estructuras que la condicione. Ya que estos condicionamientos son los motores de nuevos conflictos: “esto es ridículo”, “nos estas traicionando somos tu familia”, “sos un pecador inmoral, que me venís a decir que sos gay”, “sos la oveja negra de la familia, te voy a meter a un reformatorio”, etc., así cuantas palabras mas que mata a la persona.
Para una solución o un camino a seguir sugiero:
1) tener una mente abierta a las infinitas posibilidades que nos da la vida para ser felices.
2) Desmitificar los condicionantes o apegos heredados, ya que estos funcionan como estructuras de poder, que presionan a través de la familia, la religión, amigos, cautas culturales y sociales, Estos hacen que la vida sea traumática, creando conflictos, siendo fuente de todos los problemas. Estos apegos se manifiesta en el ser humano como necesidad. Por necesidad de no discutir y no entrar en beligerancia con la familia, una amiga mía estudio Abogacía, siendo que ella soñaba con seguir medicina.
3) Los apegos es también la forma en la que nosotros nos vemos. Mi primo Pedro nació con el color de la piel Trigueña, pero mis tíos le decían, cuando era chiquitito “Negrito de acá, Negrito de allá”, ya grande “che esperen al Negro” en su obsesión el creía que lo mas bello seria ser rubio, bueno se tiño el cabello color rubio, pero no se aceptaba a si mismo, se sentía desvalorizado como persona.
Debemos buscar la verdadera imagen de nosotros mismos, saber quien soy, como decía la filosofía china, cada uno tiene una melodía interior que habla de la belleza y de los dones que tenemos como persona y a través de ellos resplandecemos por lo que somos.