En este lugar, ante el Ssmo. Sacramento, que para mí es un punto focal en la que, estando uno, con uno mismo, desvelamos al SER y descubro que todo es movimiento en armonía, todo es energía.
Somos energía, a pesar de que esta experiencia cuesta aceptar, por que desde el vientre materno ya experimentamos, nuestro ser con sensaciones de limites, que se acrecienta después de nacido. Cuando las manos maternas recorren nuestro cuerpo y nuestro sentido nos abre esta realidad geográfica, ubicándonos en un espacio, un tiempo e interacción con el medio circundante.
Cuesta creer, la realidad es un conglomerado de átomos, produciendo energía e intercambiando energía con otros, en un perfecto equilibrio de atracción, la suficiente como para dar forma a nuestro cuerpo.
Cuesta creer que hay una energía, que mueve todo, que transforma todo, que renueva todo y nuestra existencia es una manifestación de ella.
La educación actual, no nos enseña a conocernos a nosotros mismos, a buscar nuestra esencia y nuestra PRE-SENCIA, en el infinito de nuestro ser. No se nos educa para aprender lo que SOMOS, ¿quién soy?.
Esta pregunta tan esencial, que la tendríamos que tener resuelta a tan temprana edad, va creciendo sobre la base de los que los otros nos dicen.
Sos hijo, sos Francisco Antonio, pero no sé por que te dicen Paco, sos niño, sos unos ilimitados números de acciones, que a los grandes molesta o aprueban.
Sos un numero ilimitado de prohibiciones, que detrás de ellas, están los más profundos temores y los rechazo que nuestro ser manifiesta ante la presencia del dolor.
Si la impronta de las prohibiciones ha sido fuerte, el dolor es fuerte y el terror también. Esto se manifiesta cuando interactuamos con la realidad y aparecen imágenes similares a la que dio el origen al mismo, o hace referencia.
El temor por experimentar, de nuevo ese terror y dolor originario, nos lleva a manifestarlo de distintas formas, aparece las ansiedades, las angustias, los dolores, los trastornos. El profundo y misterioso temor, es el grito del ser desesperado, que se niega a vivir de nuevo, ese dolor.
Un niño, mamando la teta de su madre, se alimenta, sacia sus necesidades y goza la presencia del ser que lo contiene, ese rostro maravilloso, como Ser maravilloso y dadivoso que acurruca y canta, que acaricia y sonríe.
Las encias semi agrietada del niño, que por la aparición de su nuevo diente, duele, molesta con un profundo ardor y escozor. Un acto reflejo es apretar o morder para calmar esta sensación, produce el dolor en el pezón de la madre, la madre lo retira de ese acto y le da una pequeña bofetada al bebe en su boquita.
Ahora el rostro de ese ser dadivoso cambia, es duro y osco. Él más bello acto de felicidad que acompaña la experiencia de la primera alimentación, se transforma en algo terrorífico. Muchas veces no comprendemos esa ansiedad que se siente cuando uno sé esta alimentando o en muchos casos los estados de inseguridad también lo descargamos por la alimentación.
Bueno, después de este derrape de ideas y volviendo al principio. Creo que el conocimiento de nosotros mismos, lo adquiero por los otros Yo que nos circunda o manifestándolo de otra manera, por los mensajes que el TU nos hacen llegar.
Tu me dices que soy: bueno, malo, feos, lindo, talentoso, torpe, estudioso, chanta, educado, irreverente, profesional, lingera, creyente, ateo etc..
Somos las síntesis de los mensajes que los Tus nos hacen llegar y nosotros los vamos aprendiendo, pero estos mensajes van acompañados con actitudes, expresiones y sensaciones.
El conocimiento de uno mismo, de lo que soy, en estos tiempos que corremos, viene de afuera hacia nosotros.
El Ser-Humano esta enajenado con las manifestaciones circundante y este da sentido al conocimiento de uno mismo, ya que este no parte de la experiencia de mi ser, de un mirarse a uno en mi espejo interior, ver mi imagen y contemplar quien soy.
A pesar de los siglos gravitando la pregunta de Sócrates a la pitonisa de Delfo.
¿DIME, COMO PUEDO SER SABIO? Y esta le respondió CONOCETE A TI MISMO